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Atrapanda a Cero
Jack Mars
La Serie de Suspenso De EspГas del Agente Cero #4
“No dormirГЎs hasta que hayas terminado con AGENTE CERO. El autor hizo un excelente trabajo creando un conjunto de personajes que estГЎn muy desarrollados y que los disfrutarГЎs mucho. La descripciГіn de las escenas de acciГіn nos transporta a la realidad, que es casi como sentarse en el cine con sonido envolvente y 3D (serГa una increГble pelГcula de Hollywood). DifГcilmente esperarГ© por la secuela”.
–-Roberto Mattos, Books and Movie Reviews
En TRAMPA CERO (Libro #4), una cГ©lula terrorista en el Medio Oriente gana un nuevo y fanГЎtico lГder, uno que intenta orquestar lo que serГa el ataque mГЎs mortal en suelo norteamericano. ВїPodrГЎ el Agente Cero descubrir el complot y detenerlo a tiempo?
Aunque las hijas del Agente Cero estГЎn en casa a salvo, la angustia mental de su experiencia pesa mucho sobre su pequeГ±a familia. Cero, trabajando para ser un buen padre y reparar el daГ±o, decide que ha llegado el momento de someterse a una cirugГa para recuperar todos sus recuerdos. Pero, ВїfuncionarГЎ?
En medio de todo esto, de nuevo se ve obligado a cumplir con su deber cuando una embajada de los Estados Unidos es destruida en el Medio Oriente y al descubrir una nueva arma experimental. Pero sin sus recuerdos, con algunos de sus propios aliados de la CIA empeГ±ados en su propia destrucciГіn, Вїen quiГ©n puede confiar realmente?
TRAMPA CERO (Libro #4) es un thriller de espionaje insuperable que te mantendrГЎ dando la vuelta a las pГЎginas hasta altas horas de la noche.
“Escritura de suspenso en su esplendor”.
–-Midwest Book Review (con respecto a Por Todos Los Medios Necesarios)
“Una de las mejores series de suspenso que he leГdo este aГ±o”.
–-Books and Movie Reviews (con respecto a Por Todos Los Medios Necesarios)
TambiГ©n estГЎ disponible la serie #1 mejor vendida de Jack Mars, las series de THRILLER DE LUKE STONE (7 libros) que comienzan con Por Todos Los Medios Necesarios (Libro #1), ВЎen descarga gratuita con mГЎs de 800 calificaciones de 5 estrellas!
Jack Mars
ATRAPANDO A CERO
A T R A P A N D OВ AВ C E R O
(LA SERIE DE SUSPENSO DE ESPÍAS DEL AGENTE CERO—LIBRO 4)
J A C KВ В M A R S
Jack Mars
Jack Mars es el autor de la serie de thriller de LUKE STONE, nГєmero uno en ventas de USA Today, que incluye siete libros.В TambiГ©n es el autor de la nueva serie de precuelas LA FORJA DE LUKE STONE, que comprende tres libros (y subiendo);В y de la serie de suspense de espГas AGENTE ZERO, que comprendeВ sieteВ libros (y subiendo).
A Jack le encanta saber de ti, asГ que no dudes en visitarВ www.jackmarsauthor.com (http://www.jackmarsauthor.com/)В para unirte a la lista de correo electrГіnico, recibir un libro gratis, otros regalos, conectarte en Facebook y Twitter, ВЎy mantener el contacto!
Copyright В© 2019 por Jack Mars.В Todos los derechos reservados. Excepto en lo permitido en la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma o por ningГєn medio, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn, sin el permiso previo del autor. Este libro electrГіnico tiene licencia Гєnicamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada destinatario. Si estГЎ leyendo este libro y no lo ha comprado, o si no lo ha comprado sГіlo para su uso, devuГ©lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, asuntos, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaciГіn del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es enteramente una coincidencia. Imagen de la cubierta Copyright Getmilitaryphotos, utilizada bajo la licencia de Shutterstock.com.
LIBROS POR JACK MARS
UN THRILLER DE LUKE STONE
POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS (Libro #1)
JURAMENTO DE CARGO (Libro #2)
LA FORJA DE LUKE STONE
OBJETIVO PRINCIPAL (Libro #1)
MANDO PRINCIPAL (Libro #2)
AMENAZA PRINCIPAL (Libro #3)
LA SERIE DE SUSPENSO DE ESPГЌAS DEL AGENTE CERO
AGENTE CERO (Libro #1)
OBJETIVO CERO (Libro #2)
CACERГЌA CERO (Libro #3)
ATRAPANDO A CERO (Libro #4)
Agente Cero – Resumen del Libro 3
Cuando sus hijas son secuestradas por un fantasma de su pasado, el Agente Cero debe hacer todo lo posible para recuperarlas, incluso si eso significa desafiar las Гіrdenes directas de la CIA y ser repudiado por su propio gobierno.
Agente Cero: Aunque matГі al asesino Rais y rescatГі a sus hijas de las manos de los traficantes de personas, ha sido repudiado por la CIA y fue visto por Гєltima vez siendo escoltado por tres agentes a un destino desconocido.
Maya y Sara Lawson: DespuГ©s de su terrible experiencia en Europa del Este y el consiguiente rescate por parte de su padre, las hijas adolescentes del Agente Cero estГЎn fГsica y mentalmente traumatizadas. Aunque estГЎn asombradas por su determinaciГіn de encontrarlas, ahora se dan cuenta de que es algo mГЎs de lo que dice ser.
Kate Lawson: Durante su Гєltima pelea con Rais, el Agente Cero recordГі que su esposa no muriГі por causas naturales, sino que fue asesinada por un veneno mortal. Las Гєltimas palabras de Rais alegaron que su asesino era de la CIA.
Agente Alan Reidigger: En una carta que le escribiГі a Cero antes de su muerte, Reidigger divulgГі el nombre del neurГіlogo suizo que instalГі el supresor de memoria en la cabeza de Cero, quien tambiГ©n es la mejor opciГіn para restaurar su memoria completamente.
Agente Maria Johansson: Maria revelГі que estГЎ trabajando en dos bandos, no sГіlo la CIA sino tambiГ©n el FIS ucraniano, aunque afirma que estГЎ manipulando a ambos con la esperanza de descubrir una conspiraciГіn sobre una supuesta guerra que pronto ocurrirГЎ.
Agente John Watson: DespuГ©s de ser descubierto por ayudar al Agente Cero a recuperar a sus hijas, Watson ha sido detenido por la CIA junto con Maria Johansson.
Agente Todd Strickland: Un joven agente de la CIA y ex-ranger del ejГ©rcito, Strickland fue inicialmente enviado tras el Agente Cero, pero en cambio terminГі ayudГЎndolo a Г©l y a sus hijas, forjando una extraГ±a amistad a raГz de su incidente.
Subdirector Shawn Cartwright: AГєn no estГЎ claro de quГ© bando estГЎ, si es que tiene un bando. Cartwright ayudГі a Cero indirectamente, pero tambiГ©n lo repudiГі mientras estaba desenfrenado en Europa del Este. Cero cree que es simplemente un diplomГЎtico, jugando con cualquier bando que lo beneficie.
PRГ“LOGO
Reid Lawson estaba exhausto, dolorido y ansioso.
Pero por encima de todo, estaba confundido.
Menos de veinticuatro horas antes, habГa logrado rescatar a sus dos hijas adolescentes de las manos de los traficantes eslovacos. En el proceso habГa detenido dos trenes de carga, destruido inadvertidamente un prototipo de helicГіptero muy caro, matado a dieciocho hombres y herido gravemente a mГЎs de una docena.
«¿Fueron dieciocho?В» HabГa perdido la cuenta.
Ahora se encontraba esposado a una mesa de acero en una pequeГ±a sala de detenciГіn sin ventanas, esperando la noticia de cuГЎl serГa su destino.
La CIA le habГa advertido. Los subdirectores le dijeron lo que pasarГa si desafiaba sus Гіrdenes y se ponГa en marcha por su cuenta. Estaban desesperados por evitar otro ataque como el que habГa ocurrido dos aГ±os antes. AsГ es como lo llamaron, un В«alborotoВ». Un violento y sangriento ataque a travГ©s de Europa y el Medio Oriente. Esta vez fue en Europa del Este, a travГ©s de Croacia, Eslovaquia y Polonia.
Le habГan advertido, le habГan amenazado con lo que pasarГa. Pero Reid no vio ningГєn otro recurso. Eran sus hijas, sus niГ±as pequeГ±as. Ahora estaban a salvo, y Reid se habГa resignado a aceptar el final que le esperaba.
AdemГЎs de la actividad de los Гєltimos dГas y de una grave falta de sueГ±o, se le habГan suministrado analgГ©sicos despuГ©s de que se le trataran las lesiones. HabГa sufrido una puГ±alada superficial en su abdomen por su lucha con Rais, asГ como hematomas, algunos cortes y rasguГ±os superficiales, un corte en un bГceps donde una bala lo rozГі, y una leve conmociГіn cerebral. Nada lo suficientemente serio para evitar que fuera detenido.
No le dijeron su destino. No se le dijo nada en absoluto ya que tres agentes de la CIA, ninguno que reconociera, lo escoltaron silenciosamente desde el hospital en Polonia a un aerГіdromo y dentro de un aviГіn. Sin embargo, se sorprendiГі un poco cuando llegГі al aeropuerto internacional de Dulles en Virginia en lugar del sitio negro de la CIA Infierno-Seis en Marruecos.
Una patrulla de la policГa lo habГa llevado desde el aeropuerto a la sede de la agencia, el Centro de Inteligencia George Bush en la comunidad no incorporada de Langley, Virginia. Desde allГ fue llevado a la sala de detenciГіn de paredes de acero, en un nivel inferior, y esposado a una mesa que estaba atornillada al suelo, todo ello sin ninguna explicaciГіn por parte de nadie.
A Reid no le gustaba la forma en que los analgГ©sicos le hacГan sentir; su mente no estaba totalmente alerta. Pero no podГa dormir, todavГa no. Especialmente no en la incГіmoda posiciГіn en la mesa de acero, con la cadena de las esposas atada con un lazo de metal y apretada alrededor de sus dos muГ±ecas.
Llevaba cuarenta y cinco minutos sentado en la habitaciГіn, preguntГЎndose quГ© demonios pasaba y por quГ© no lo habГan tirado todavГa a un agujero en el suelo, cuando la puerta finalmente se abriГі.
Reid se puso de pie inmediatamente, o tanto como pudo mientras estaba esposado a la mesa. —¿Cómo están mis chicas? —preguntó rápidamente.
–EstГЎn bien —dijo el subdirector Shawn Cartwright—. SiГ©ntense. —Cartwright era el jefe de Reid o, mejor dicho, habГa sido el jefe del Agente Cero, hasta que Reid fue repudiado por atacar para encontrar a sus chicas. A sus cuarenta, Cartwright era relativamente joven para ser director de la CIA, aunque su grueso y oscuro pelo habГa empezado a volverse ligeramente gris. Seguramente fue una coincidencia que empezara justo al mismo tiempo que Kent Steele habГa regresado de la muerte.
Reid regresó lentamente al asiento mientras Cartwright tomaba la silla frente a él y aclaraba su garganta. —El agente Strickland se quedó con tus hijas hasta que Sara fue dada de alta del hospital —explicó el director—. Están en un avión, los tres, camino a casa mientras hablamos.
Reid dio un breve suspiro de alivio, muy breve, ya que sabГa la bomba que estaba a punto de caer.
La puerta se abriГі de nuevo, y la ira se hinchГі espontГЎneamente en el pecho de Reid cuando la subdirectora Ashleigh Riker entrГі en la pequeГ±a habitaciГіn, llevando una falda gris lГЎpiz y una chaqueta que hacГa juego. Riker era la jefa del Grupo de Operaciones Especiales, una facciГіn de la DivisiГіn de Actividades Especiales de Cartwright que se encargaba de las operaciones internacionales encubiertas.
–¿Qué hace ella aqu� —Reid preguntó de forma directa. Su tono no era amistoso. Riker, en su opinión, no era de fiar.
Se sentó al lado de Cartwright y sonrió cálidamente. —Yo, señor Steele, tengo el distinguido placer de decirte a dónde irás ahora.
Se formГі un nudo de terror en su estГіmago. Claro que a Riker le complacerГa imponer su castigo; su desdГ©n por el Agente Cero, y apenas ocultaba sus tГЎcticas. Reid se recordГі a sГ mismo que habГa puesto a salvo a sus chicas y sabГa que esto iba a pasar.
Aun asГ, no lo hizo mГЎs fГЎcil. —Bien —dijo con calma—. Entonces dime. ВїA dГіnde irГ©?
–A casa —dijo Riker simplemente.
La mirada de Reid fue de Riker a Cartwright y viceversa, sin saber si la habГa oГdo bien. —¿Disculpa?
–A casa. Vas a casa, Kent —Ella empujó algo a través de la mesa. Una pequeña llave de plata se deslizó sobre la superficie pulida hasta que estuvo a su alcance.
Era la llave de las esposas. Pero él no la tomó. —¿Por qué?
–Me temo que no sabrГa decirlo —Riker se encogiГі de hombros—. La decisiГіn vino de mГЎs arriba.
Reid se burlГі. Se sintiГі aliviado, por decir lo menos, al oГr que no serГa arrojado a un pozo miserable como el I-6, pero esto no le pareciГі bien. Lo habГan amenazado, repudiado, e incluso enviaron a otros dos agentes de campo tras Г©l… ВїsГіlo para soltarlo de nuevo? ВїPor quГ©?
Los analgГ©sicos que le habГan dado adormecГan su proceso de pensamiento; su cerebro era incapaz de resolver los detalles de lo que le decГan. —No entiendo…
–Has estado fuera los Гєltimos cinco dГas —interrumpiГі Cartwright—. Realizando entrevistas, investigando un libro de historia que estГЎs editando. Tenemos nombres e informaciГіn de contacto de varias personas que pueden corroborar la historia.
–El hombre que cometiГі las atrocidades en Europa del Este fue confrontado por el agente Strickland en Grodkow —dijo Riker—. Se descubriГі que era un expatriado ruso que se hacГa pasar por americano en un intento de causar una lucha internacional entre nosotros y las naciones del bloque oriental. Se enfrentГі a un agente de la CIA y fue asesinado a tiros.
Reid parpadeГі ante la avalancha de informaciГіn falsa. SabГa lo que era esto; le estaban dando una coartada, la misma que se le darГa a los gobiernos y a los organismos de aplicaciГіn de la ley de todo el mundo.
Pero no podrГa ser tan fГЎcil. Algo estaba mal empezando con la extraГ±a sonrisa de Riker. —Fui repudiado —dijo Г©l—. Me amenazaron. Me ignoraron. Creo que se me debe una pequeГ±a explicaciГіn.
–Agente Cero… —Riker empezó. Luego se rio un poco—. Lo siento, vieja costumbre. No eres un agente; ya no. Kent, no era nuestra decisión. Como dije, esto viene de más arriba. Pero la verdad es que, si miramos la suma y no las partes, has eliminado una red internacional de tráfico de personas que ha plagado a la CIA y a la Interpol durante seis años.
–Eliminaste a Rais y, presumiblemente, lo último de Amón con él —añadió Cartwright.
–SГ, has matado personas —dijo Riker—. Pero se ha confirmado que todos ellos eran criminales, algunos de los peores de los peores. Asesinos, violadores, pedГіfilos. Por mucho que odie admitirlo, tengo que estar de acuerdo con la decisiГіn de que hiciste mГЎs bien que mal.
Reid asintiГі lentamente, no porque estuviera de acuerdo con la lГіgica, sino porque se dio cuenta de que lo mejor que podГa hacer en ese momento era dejar de discutir, aceptar el perdГіn y resolverlo mГЎs tarde.
Pero todavГa tenГa preguntas: ВїQuГ© quieres decir con que ya no soy un agente?
Riker y Cartwright intercambiaron una mirada. —Te van a trasladar —le dijo Cartwright—Es decir, si aceptas el trabajo.
–La DivisiГіn de Recursos Nacionales —dijo Riker—, es el ala domГ©stica de la CIA. Sigue estando dentro de la agencia, pero no requiere ningГєn trabajo de campo. Nunca tendrГЎs que dejar el paГs, o a tus chicas. ReclutarГЎs activos. ManejarГЎs los interrogatorios. Reunirte con diplomГЎticos”.
–¿Por qué? —Reid preguntó.
–En pocas palabras, no queremos perderte —le dijo Cartwright—. Preferimos tenerte a bordo en otra función a que no estés con nosotros en lo absoluto.
–¿QuГ© hay del agente Watson? —Reid preguntГі. Watson le habГa ayudado a encontrar a sus chicas; habГa reunido equipo para Г©l y sacГі a Reid del paГs cuando lo necesitГі. Como resultado, Watson habГa sido atrapado y detenido por ello.
–Watson está de baja médica por ocho semanas por su hombro —dijo Riker—. Imagino que volverá tan pronto como esté adecuadamente curado.
Reid levantГі una ceja. —¿Y Maria? —Ella tambiГ©n le habГa ayudado, incluso cuando las Гіrdenes de la CIA eran detener al Agente Cero.
–Johansson estГЎ en los Estados Unidos —dijo Cartwright—. Se estГЎ tomando unos dГas de descanso antes de ser reasignada. Pero volverГЎ al campo.
Reid tuvo que evitar sacudir visiblemente su cabeza. Definitivamente algo estaba mal con esto… no era sГіlo que le perdonaran. Era todo el mundo asociado con su Гєltimo alboroto. Pero tambiГ©n tenГa el instinto que le decГa que no era el momento ni el lugar para discutir sobre el regreso a casa.
HabrГa tiempo para eso mГЎs tarde, cuando su cerebro no estuviera agobiado por la falta de sueГ±o y los analgГ©sicos.
–Entonces… ¿eso es todo? —preguntó—. ¿Soy libre de irme?
–Libre de irse —Riker volviГі a sonreГr. A Г©l no le gustaba nada la expresiГіn de su cara.
Cartwright mirГі su reloj. —Tus hijas deberГan llegar a Dulles en unas… dos horas mГЎs o menos. Hay un coche esperГЎndote si lo quieres. Puedes asearte, cambiarte y estar allГ para recibirlas.
Los dos subdirectores se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la puerta.
–Me alegro de tenerte de vuelta, Cero —Cartwright le guiñó un ojo antes de que se fuera.
Solo en la habitaciГіn, Reid mirГі la llave de las esposas de plata que tenГa delante. EchГі un vistazo a las cГЎmaras montadas en las esquinas de la habitaciГіn.
Se iba a casa, pero algo estaba muy mal en eso.
*
Reid se apresurГі hacia el estacionamiento de Langley, libre de las esposas y la sala de detenciГіn, libre de ser un agente de campo. Libre del miedo a las repercusiones contra aquellos a los que amaba. Libre de un agujero de tierra en el suelo en el I-6.
Una idea sorprendente lo impactГі mientras navegaba por las puertas y salГa a la calle. PodrГan simplemente haberlo arrojado en el Infierno-Seis. PodrГan haberlo amenazado con ello, manteniendo esa nube negra de no volver a ver a su familia sobre su cabeza. Pero no lo hicieron.
В«Porque si lo hicieran, tendrГa todas las razones para hablarВ», razonГі Reid. В«No habrГa nada que me impidiera contarlo todo si pensara que pasarГa el resto de mi vida en un agujeroВ».
Aunque parecГa como si fuera hace semanas, sГіlo habГan pasado cuatro dГas antes de que una memoria fragmentada hubiera regresado a Г©l; antes del supresor de memoria, Kent Steele habГa reunido informaciГіn acerca de una guerra premeditada que el gobierno de los EE.UU. estaba diseГ±ando. No se lo habГa contado a nadie, aunque le revelГі a Maria que habГa recordado algo que podrГa suponer un gran problema para mucha gente.
Su consejo habГa sido simple y directo: В«No puedes confiar en nadie mГЎs que en ti mismoВ».
No lo vio antes, en la sala de detenciГіn con su destino en cuestiГіn y los analgГ©sicos aГ±adiendo su cerebro. Pero ahora lo veГa. La agencia sabГa que Г©l sabГa algo, pero no sabГan cuГЎnto sabГa, o cuГЎnto podrГa recordar. Г‰l ni siquiera estaba seguro de cuГЎnto sabГa realmente.
SacudiГі el pensamiento de su cabeza. Ahora que el dudoso resultado de su futuro se habГa resuelto, toda la tensiГіn se drenГі de sus hombros y se encontrГі fatigado y adolorido, bajo lo cual se creГі una excitaciГіn burbujeante ante la idea de ver a sus chicas de nuevo.
TenГa dos horas antes de que el aviГіn de las chicas aterrizara. Dos horas eran mГЎs que suficientes para ir a casa, ducharse, cambiarse y reunirse con ellas. Pero decidiГі renunciar a todo eso y se fue directamente al aeropuerto.
No querГa volver a la casa vacГa solo.
En cambio, estacionГі en el estacionamiento pequeГ±o de Dulles y entrГі por las rampas de llegada. ComprГі un cafГ© en un puesto de periГіdicos y se sentГі en una silla de plГЎstico, sorbiendo lentamente mientras mil pensamientos giraban en su cabeza, ninguno lo suficientemente largo como para ser considerado una impresiГіn consciente, pero cada uno pasando fugazmente antes de volver en ciclos como un torbellino.
Necesitaba llamar a Maria, decidiГі. Necesitaba escuchar su voz. Ella sabrГa quГ© decir, y aunque no lo hiciera, hablar con ella tenГa algo que siempre parecГa remediar su mente enferma. Reid no tenГa su telГ©fono mГіvil, pero afortunadamente habГa telГ©fonos pГєblicos en el aeropuerto, una rareza creciente en el siglo XXI. No tenГa cambio para poner en la mГЎquina, asГ que marcГі primero el cero y luego el nГєmero de telГ©fono que se sabГa de memoria.
No hubo respuesta. La lГnea sonГі cuatro veces antes de ir al buzГіn de voz. No dejГі ninguno. No estaba seguro de quГ© decir.
Por fin llegГі el aviГіn y una procesiГіn de pasajeros que iban caminando rГЎpidamente recorriГі el largo pasillo, pasando por las puertas y el control de seguridad y llegando a los brazos de sus seres queridos o apresurГЎndose a recoger el equipaje.
Strickland lo vio primero. El agente Todd Strickland era joven, veintisiete aГ±os, con un corte descolorido de estilo militar y un cuello grueso. Se manejaba con un gentil pavoneo que era de alguna manera accesible y autoritario al mismo tiempo. Lo mГЎs importante es que Strickland no parecГa para nada sorprendido de ver a Reid; la CIA sin duda le habrГa dicho que Kent Steele habГa sido liberado. Simplemente asintiГі con la cabeza una vez a Reid mientras conducГa a las dos adolescentes por el largo camino.
ParecГa que Strickland no le habГa dicho a ninguna de sus hijas que estarГa allГ a su llegada, y por eso Reid estaba agradecido. Maya lo vio despuГ©s, y aunque sus piernas se movГan, su mandГbula se aflojГі con asombro. Sara parpadeГі dos veces, y luego sus labios se abrieron de par en par en una sonrisa genuinamente eufГіrica. A pesar de que su brazo estaba enyesado y con un cabestrillo —ella se habГa roto el brazo despuГ©s de caer de un tren en movimiento— corriГі hacia Г©l. —¡Papi!
Reid se arrodillГі y la atrapГі en un fuerte abrazo. Maya se apresurГі justo despuГ©s de su hermana menor, y los tres se abrazaron durante un largo momento.
–¿CГіmo? —Maya le susurrГі roncamente al oГdo. A ambas chicas se les habГan dado muchas razones para creer que no volverГan a ver a su padre por lo que podrГa haber sido un largo tiempo.
–Hablaremos más tarde —prometió Reid. Soltó su agarre y se puso de pie delante de Strickland—. Gracias, por traerlas a casa a salvo.
Strickland asintiГі y estrechГі la mano de Reid. —SГіlo mantengo mi palabra. —En Europa del Este, Strickland y Reid habГan llegado a una extraГ±a especie de entendimiento mutuo, y el agente mГЎs joven habГa hecho la promesa de mantener a salvo a las dos chicas, tanto si Reid estaba cerca como si no—. Supongo que me irГ© —les dijo—. Ustedes dos pГіrtense bien. —Les sonriГі a las chicas y se alejГі de la pequeГ±a familia.
El viaje a casa fue corto, sГіlo media hora, y Sara hizo que se sintiera aГєn mГЎs corto con su inusual charla. Le contГі lo bien que el agente Strickland las habГa tratado, y cГіmo los mГ©dicos en Polonia le dejaron elegir su propio color de yeso para el brazo, pero aun asГ eligiГі el beige ordinario para poder colorearlo ella misma con marcadores. Maya estaba sentada extraГ±amente tranquila en el asiento del pasajero, de vez en cuando mirando por encima del hombro a su hermana pequeГ±a y sonriendo brevemente.
Luego llegaron a su casa en AlejandrГa, y fue como si la puerta principal fuera un vacГo para cualquier pensamiento alegre o feliz. El ambiente se calentГі un poco; la Гєltima vez que alguno de ellos puso un pie en el vestГbulo habГa habido un hombre muerto justo antes de la cocina. Dave Thompson, su vecino, era un agente retirado de la CIA que habГa sido asesinado por el hombre que habГa secuestrado a Maya y Sara.
Nadie hablГі mientras Reid cerraba la puerta y metГa el cГіdigo para activar el sistema de alarma. Las chicas parecГan dudar incluso de dar un paso mГЎs dentro de la casa.
–Todo estГЎ bien —les dijo en voz baja, y aunque Г©l mismo apenas lo creГa, se dirigiГі a la cocina para demostrar que no habГa nada que temer. El equipo de limpieza de la escena del crimen habГa hecho un trabajo minucioso, pero era evidente por el fuerte olor a amonГaco y la limpieza de las baldosas que alguien habГa estado aquГ, limpiando la sangre y eliminando cualquier rastro de que un asesinato habГa ocurrido.
–¿Alguien tiene hambre? —Reid preguntó, tratando de sonar sin problemas, pero muy fuerte y teatral.
–No —dijo Maya en voz baja. Sara negó con la cabeza.
–Bien. —La prolongada pausa que hubo a continuaciГіn fue palpable, como un globo invisible que se inflaba hasta un volumen imposible en el espacio que habГa entre ellos—. Bueno —dijo Reid finalmente, esperando reventarlo—, no sГ© ustedes dos, pero yo estoy exhausto. Creo que todos deberГamos descansar un poco.
Las chicas volvieron a asentir con la cabeza. Reid besГі la parte superior de la cabeza de Sara y ella bajГі sigilosamente por el vestГbulo, bordeando una pared, Г©l lo notГі, aunque no habГa nada que bloqueara su camino, y subiГі las escaleras.
Maya esperГі, sin decir nada, pero escuchando atentamente las pisadas en las escaleras para llegar a la cima alfombrada. Se sacГі los zapatos usando los dedos de cada pie opuesto, y luego preguntГі muy repentinamente: ВїEstГЎ muerto?
Reid parpadeó dos veces. —¿Quién está muerto?
Maya no miró hacia arriba. —El hombre que nos llevó. El que mató al Sr. Thompson. Rais.
–Sà —dijo Reid en voz baja.
–¿Lo mataste? —Su mirada era dura, pero no enojada. QuerГa la verdad, no otra tapadera u otra mentira.
–Sà —admitió después de un largo momento.
–Bien —dijo ella en casi un susurro.
–¿Te dijo su nombre? —Reid preguntó.
Maya asintiГі con la cabeza, y luego lo mirГі sin vacilar. —HabГa otro nombre que Г©l querГa que yo conociera. Kent Steele.
Reid cerró los ojos y suspiró. De alguna manera Rais continuaba acosándolo, incluso desde más allá de la tumba. —Ya he terminado con ese asunto.
–¿Lo prometes? —Ella levantó ambas cejas, esperando que fuera sincero.
–SГ. Lo prometo.
Maya asintiГі. Reid sabГa muy bien que no serГa el final, era demasiado lista e inquisitiva para dejar las cosas como estГЎn. Pero por el momento, sus respuestas parecГan satisfacerla y se dirigiГі hacia las escaleras.
Odiaba mentirles a sus hijas. Odiaba aГєn mГЎs mentirse a sГ mismo. No habГa terminado con el trabajo de campo, tal vez con el trabajo de campo pagado, pero aГєn tenГa mucho que hacer si querГa llegar al fondo de la conspiraciГіn que acababa de empezar a desenterrar. No tenГa elecciГіn; mientras supiera algo, seguГa en peligro. Sus hijas podrГan seguir en peligro.
DeseГі por un momento no saber nada, poder olvidar lo que sabГa de la agencia, de las conspiraciones, y ser sГіlo un profesor universitario y un padre para sus hijas.
В«Pero no puedes. AsГ que tienes que hacer lo contrarioВ».
No necesitaba menos recuerdos; ya lo habГa intentado antes y no habГa funcionado tan bien. Necesitaba mГЎs recuerdos. Cuanto mГЎs pudiera recordar sobre lo que sabГa hace dos aГ±os, menos trabajo tendrГa que hacer para descubrir la verdad. Y tal vez no tendrГa que preocuparse por mucho tiempo.
Parado en la cocina a pocos metros de donde Thompson fue asesinado, Reid tomГі su decisiГіn. EncontrarГa la vieja carta de Alan Reidigger y el nombre del neurГіlogo suizo que le habГa implantado el supresor de memoria en su cabeza.
CAPГЌTULO UNO
Abdallah bin Mohammed estaba muerto.
El cuerpo del anciano yacГa sobre una losa de granito en el patio del recinto, un grupo de estructuras beige con paredes encajonadas situadas a unos 80 km al oeste de Albaghdadi, en el desierto de Iraq. Fue allГ donde la Hermandad sobreviviГі a la expulsiГіn de Hamas, asГ como al escrutinio de las fuerzas americanas durante la ocupaciГіn y la posterior democratizaciГіn del paГs. Para cualquiera fuera de la Hermandad, el complejo era simplemente una comuna de chiitas ortodoxos; las redadas y las inspecciones forzadas de la propiedad no habГan dado ningГєn resultado. Sus escondites estaban bien ocultos.
El anciano se habГa ocupado personalmente de su supervivencia, gastando su propia fortuna al servicio de la perpetuaciГіn de su ideologГa. Pero ahora, bin Mohammed estaba muerto.
Awad se parГі estoicamente junto a la losa que contenГa el cadГЎver ceniciento del viejo. Las cuatro esposas de Bin Mohammed ya habГan dado el ghusl, lavando su cuerpo tres veces antes de envolverlo en blanco. Sus ojos estaban cerrados pacГficamente, sus manos cruzadas sobre su pecho, derecha sobre izquierda. No tenГa ni una marca ni un rasguГ±o; durante los Гєltimos seis aГ±os habГa vivido y muerto en el recinto, no fuera de sus paredes. No habГa muerto por fuego de mortero o por ataques de drones como tantos otros muyahidines.
–¿Cómo? —Awad preguntó en árabe—. ¿Cómo murió?
–Tuvo un ataque por la noche —dijo Tarek. El hombre mГЎs bajo estaba en el lado opuesto de la losa de piedra, de cara a Awad. Muchos en la Hermandad consideraban a Tarek como el segundo al mando de bin Mohammed, pero Awad sabГa que su capacidad habГa sido poco mГЎs que la de mensajero y cuidador cuando la salud del anciano declinó—. La convulsiГіn provocГі un ataque al corazГіn. Fue instantГЎneo; no sufriГі.
Awad puso una mano sobre el pecho inmГіvil del viejo. Bin Mohammed le habГa enseГ±ado mucho, no sГіlo de creencia sino tambiГ©n del mundo, sus muchas dificultades, y lo que significaba liderar.
Y Г©l, Awad, vio ante Г©l no sГіlo un cadГЎver sino una oportunidad. Tres noches antes AlГЎ le habГa regalado un sueГ±o, aunque ahora era difГcil llamarlo asГ. Era un pronГіstico. En Г©l vio la muerte de bin Mohammed, y una voz le dijo que se levantarГa y liderarГa la Hermandad. La voz, estaba seguro, habГa pertenecido al Profeta, hablando en nombre del Гљnico Dios Verdadero.
–Hassan está en una redada de municiones —dijo Tarek en voz baja—. Aún no sabe que su padre ha fallecido. Regresa hoy; pronto sabrá que el manto de la dirección de la Hermandad recae sobre él…
–Hassan es dГ©bil —dijo Awad de repente, con mayor dureza de la que pretendГa—. Mientras la salud de Bin Mohammed declinaba, Hassan no hizo nada para evitar que nos debilitГЎramos proporcionalmente.
–Pero… —Tarek dudó; era consciente del mal genio de Awad—. Los deberes de liderazgo recaen en el hijo mayor…
–Esto no es una dinastГa —afirmГі Awad.
–Entonces ¿quién…? —Tarek se alejó cuando se dio cuenta de lo que Awad estaba sugiriendo.
El joven entrecerrГі los ojos, pero no dijo nada. No necesitaba hacerlo; una mirada era mГЎs que suficiente amenaza. Awad era joven, aГєn no tenГa treinta aГ±os, pero era alto y fuerte, con una mandГbula tan rГgida e inflexible como su creencia. Pocos hablarГan en su contra.
–Bin Mohammed querГa que yo liderara —le dijo Awad a Tarek—. Lo dijo Г©l mismo. —Eso no era del todo cierto; el anciano habГa dicho en varias ocasiones que veГa el potencial de grandeza en Awad, y que era un lГder natural de los hombres. Awad interpretГі las declaraciones como una declaraciГіn de las intenciones del anciano.
–No me dijo nada de eso —se atrevió a decir Tarek, aunque lo dijera en voz baja. Su mirada se dirigió hacia abajo, sin encontrarse con los ojos oscuros de Awad.
–Porque sabГa que tГє tambiГ©n eres dГ©bil —desafiГі Awad—. Dime, Tarek, ВїcuГЎnto tiempo hace que no te aventuraste fuera de estos muros? ВїCuГЎnto tiempo has vivido de la caridad y la seguridad de Bin Mohammed, despreocupado por las balas y las bombas? —Awad se inclinГі hacia adelante, sobre el cuerpo del viejo, mientras aГ±adГa en silencio—: ВїCuГЎnto tiempo crees que durarГЎs con sГіlo ropa en la espalda cuando tome el poder y te expulse?
El labio inferior de Tarek se moviГі, pero ningГєn sonido escapГі de su garganta. Awad sonriГі con suficiencia; el pequeГ±o Tarek, con su papada, tenГa miedo.
–Continúa —le dijo Awad—. Di lo que piensas.
–Cuánto tiempo… —Tarek engulló—. ¿Cuánto tiempo crees que durarás dentro de estos muros sin la financiación de Hassan bin Abdallah? Estaremos en la misma posición. Sólo que en lugares diferentes.
Awad sonriГі. —SГ. Eres astuto, Tarek. Pero tengo una soluciГіn. —Se inclinГі sobre la losa y bajГі la voz—. Corrobora mi afirmaciГіn.
Tarek levantГі la vista bruscamente, sorprendido por las palabras de Awad.
–Diles que has oГdo lo que yo he oГdo —continuó—. Diles que Abdallah bin Mohammed me nombrГі lГder tras su fallecimiento, y te juro que siempre tendrГЎs un lugar en la Hermandad. Recuperaremos nuestra fuerza. Daremos a conocer nuestro nombre. Y la voluntad de AlГЎ, la paz sea con Г‰l, se harГЎ.
Antes de que Tarek pudiera responder, un centinela gritГі al otro lado del patio. Dos hombres abrieron las pesadas puertas de hierro justo a tiempo para que dos camiones las atravesaran, con las huellas de sus neumГЎticos llenos de arena hГєmeda y barro de la lluvia reciente.
Ocho hombres salieron —todos los que se habГan ido estaban de regreso—, pero incluso desde su posiciГіn ventajosa Awad podГa decir que la redada habГa ido mal. No habГa municiones ganadas.
De los ocho, uno dio un paso adelante, con los ojos muy abiertos, mientras miraba fijamente la losa de piedra entre Awad y Tarek. Hassan bin Abdallah bin Mohammed tenГa treinta y cuatro aГ±os, pero aГєn tenГa el aspecto demacrado de un adolescente, sus mejillas poco profundas y su barba irregular.
Un suave gemido escapГі de los labios de Hassan al reconocer la figura que yacГa quieta en la losa. CorriГі hacia ella, con sus zapatos levantando arena detrГЎs de Г©l. Awad y Tarek retrocedieron, dГЎndole espacio mientras Hassan se arrojaba sobre el cuerpo de su padre y sollozaba con fuerza.
DГ©bil. Awad se mofГі de la escena ante Г©l. В«Tomar el control de la Hermandad serГЎ fГЎcilВ».
Esa noche en el patio, la Hermandad realizГі el Salat-al-Janazah, las oraciones funerarias para Abdallah bin Mohammed. Cada persona presente se arrodillГі en tres filas frente a la Meca, con su hijo Hassan mГЎs cerca de su cuerpo y sus esposas siguiendo el final de la tercera fila.
Awad sabГa que inmediatamente despuГ©s de los ritos, el cuerpo serГa enterrado; la tradiciГіn musulmana dictaba que el cuerpo debГa ser enterrado tan pronto como fuera posible despuГ©s de la muerte. Fue el primero en levantarse de la oraciГіn, e invocГі su voz mГЎs ferviente mientras hablaba. —Mis hermanos —comenzó—. Es con gran dolor que encomendamos a Abdallah bin Mohammed a la tierra.
Todos los ojos se volvieron hacia Г©l, algunos confundidos por su repentina interrupciГіn, pero nadie se levantГі o hablГі en su contra.
–Han pasado seis aГ±os desde que la hipocresГa de Hamas nos vio exiliados de Gaza —continuГі Awad—. Seis aГ±os hemos sido desterrados al desierto, viviendo de la caridad de bin Mohammed, buscando y asaltando lo que podemos. Seis aГ±os hemos vivido una mentira y hemos habitado en las sombras de Hamas. De Al-Qaeda. De ISIS. De AmГіn.
Hizo una pausa cuando se encontró con cada par de ojos sucesivamente. —No más. La Hermandad ya no se esconderá más. He ideado un plan y antes de la muerte de Abdallah, le detallé mi plan y recibà su bendición. Nosotros, hermanos, promulgaremos este plan y afirmaremos nuestra fe. Haremos perecer a los herejes y el mundo entero conocerá a la Hermandad. Se los prometo.
Muchas, incluso la mayorГa de las cabezas asintieron en el patio. Un hombre se levantГі, un hermano duro y algo cГnico llamado Usama. —¿Y cuГЎl es este plan, Awad? —preguntГі, con una voz desafiante—. ВїQuГ© gran plan tienes en mente?
Awad sonrió. —Vamos a orquestar la más santa yihad que se haya cometido en suelo americano. Una que hará que el ataque de Al-Qaeda a Nueva York parezca inútil.
–¿Cómo? —Usama exigió—. ¿Cómo lograremos esto?
–Todo será revelado —dijo Awad pacientemente—. Pero no esta noche. Esta es una noche de reverencia.
Awad tenГa un plan. Era uno que habГa estado construyendo en su mente desde hace algГєn tiempo. SabГa que era posible; habГa hablado con el libio y se habГa enterado de los periodistas israelГes y del agregado del Congreso de Nueva York que pronto estarГa en Bagdad. Fue una casualidad, la forma en que todo parecГa estar en su lugar, incluyendo la muerte de Abdallah. Awad habГa llegado incluso a negociar un acuerdo preliminar con el traficante de armas que tenГa acceso al equipo necesario para el ataque a la ciudad de EE.UU., pero habГa mentido acerca de compartirlo con Abdallah. El viejo era un lГder, un amigo y un benefactor de la Hermandad, y por eso Awad estaba agradecido, pero nunca habrГa aceptado. RequerГa una financiaciГіn sustancial, recursos que podГan amenazar con llevar a la bancarrota sus recursos si se estropeaba.
Y debido a ese requisito, Awad sabГa que tendrГa que congraciarse con Hassan bin Abdallah. El deber de enterrar normalmente recaГa en los parientes masculinos mГЎs cercanos, pero Awad apenas podГa imaginar los largos y delgados brazos de Hassan logrando cavar un agujero lo suficientemente profundo. AdemГЎs, ayudar a Hassan les darГa la oportunidad de unirse y discutir los planes de Awad.
–Hermano Hassan —dijo Awad—. Espero que me honres permitiéndome ayudarte a enterrar a Abdallah.
El anГ©mico Hassan le devolviГі la mirada y asintiГі con la cabeza una vez. Awad pudo ver en los ojos del joven que estaba petrificado ante la idea de liderar la Hermandad. Los dos rompieron filas en las tres lГneas de oraciГіn para conseguir palas.
Una vez que estuvieron fuera del alcance de los otros, baГ±ados en la luz de la luna del patio abierto, Hassan aclarГі su garganta y preguntГі: ВїCuГЎl es tu plan, Awad?
Awad bin Saddam se abstuvo de sonreГr. —Comienza —dijo—, con el secuestro de tres hombres, maГ±ana, no muy lejos de aquГ. Termina con un ataque directo a la ciudad de Nueva York. —Se detuvo y puso una mano pesada en el hombro de Hassan—. Pero no puedo orquestar esto solo. Necesito tu ayuda, Hassan.
La garganta de Hassan se contrajo y asintiГі con la cabeza.
–Te prometo —dijo Awad—, que esa nación devastada por el pecado de codiciosos apóstatas sufrirá una pérdida incalculable. La Hermandad será finalmente reconocida como una fuerza del islam.
Y, se guardГі para sГ mismo, В«el nombre Awad bin Saddam encontrarГЎ su lugar en la historiaВ».
CAPГЌTULO DOS
—Recuerden, recuerden, el cinco de noviembre —dijo el profesor Lawson mientras se paseaba ante un aula de cuarenta y siete estudiantes en el Salón Healy de la Universidad de Georgetown—. ¿Qué significa eso?
–¿Que no te das cuenta de que sólo es abril? —bromeó un chico de pelo castaño en la primera fila.
Unos cuantos estudiantes se rieron. Reid sonriГі; este era su elemento, el aula, y se sentГa muy bien al estar de vuelta. Casi como si las cosas hubieran vuelto a la normalidad. —No del todo. Esa es la primera lГnea de un poema que conmemora un evento importante -o un evento cercano, si lo prefieres- en la historia de Inglaterra. El cinco de noviembre, Вїalguien?
Una joven morena unas filas atrГЎs levantГі educadamente su mano y dijo: ВїDГa de Guy Fawkes?
–SГ, gracias —Reid mirГі rГЎpidamente su reloj. Se habГa convertido en un hГЎbito recientemente, casi un tic idiosincrГЎsico para comprobar la pantalla digital para las actualizaciones—. Aunque no se celebra tan ampliamente como antes, el 5 de noviembre marca el dГa de un fallido complot de asesinato. Todos habГ©is oГdo el nombre de Guy Fawkes, estoy seguro.
Las cabezas asintieron con la cabeza y los murmullos de aprobaciГіn se elevaron de la clase.
–Bien. AsГ que, en 1605, Fawkes y otros doce cГіmplices idearon un plan para volar la CГЎmara de los Lores, la cГЎmara alta del Parlamento, durante una asamblea. Pero los miembros de la CГЎmara de los Lores no eran su verdadero objetivo; su meta era asesinar al Rey Jaime I, que era protestante. Fawkes y sus amigos querГan restaurar a un monarca catГіlico en el trono.
VolviГі a mirar su reloj. Ni siquiera querГa hacerlo; fue un reflejo.
–Mmm… —Reid se aclarГі la garganta—. Su plan era bastante simple. Durante algunos meses, guardaron treinta y seis barriles de pГіlvora en un sГіtano -bГЎsicamente una bodega- directamente bajo el Parlamento. Fawkes era el hombre del gatillo; debГa encender una mecha larga y luego correr como el demonio al TГЎmesis.
–Como un dibujo animado de El Coyote y el Correcaminos —dijo el comediante en el frente.
–Más o menos —Reid estuvo de acuerdo—. Por lo que su intento de asesinato se conoce hoy como el complot de la pólvora. Pero nunca llegaron a encender la mecha. Alguien avisó a un miembro de la Cámara de los Lores de forma anónima, y los sótanos fueron registrados. La pólvora y los Fawkes fueron descubiertos…
MirГі su reloj. No mostraba nada mГЎs que la hora.
–Y, ummm… —Reid se burlГі suavemente de sГ mismo—. Lo siento, amigos, estoy un poco distraГdo hoy. Fawkes fue descubierto, pero se negГі a entregar a sus cГіmplices, al principio. Fue enviado a la Torre de Londres, y durante tres dГas fue torturado…
Una visiГіn pasГі repentinamente por su mente; no una visiГіn sino un recuerdo, intrusivamente metiГ©ndose en su cabeza al mencionar la tortura.
В«Un sitio negro de la CIA en Marruecos. Nombre en clave I-6. Conocido por la mayorГa por su alias Infierno-SeisВ».
В«Un iranГ cautivo estГЎ atado a una mesa con una ligera inclinaciГіn. Tiene una capucha sobre su cabeza. Le presionas una toalla sobre la caraВ».
Reid se estremeciГі cuando un escalofrГo le recorriГі la columna vertebral. El recuerdo era uno que ya habГa tenido antes. En su otra vida como agente de la CIA Kent Steele, habГa realizado “tГ©cnicas de interrogaciГіn” a terroristas capturados para obtener informaciГіn. AsГ es como la agencia las llamГі: tГ©cnicas. Cosas como el submarino, los tornillos de pulgar y el tirГіn de uГ±as.
Pero no eran tГ©cnicas. Era una tortura, simple y llanamente. No muy diferente a la de Guy Fawkes en la Torre de Londres.
В«Ya no haces esoВ», se recordГі a sГ mismo. В«No eres asГВ».
Se aclarГі la garganta de nuevo. —Durante tres dГas fue… interrogado. Eventualmente dio los nombres de otros seis y todos ellos fueron sentenciados a muerte. El complot para volar el Parlamento y el Rey James I desde la clandestinidad fue frustrado, y el 5 de noviembre se convirtiГі en un dГa para celebrar el fallido intento de asesinato…
В«Una capucha sobre su cabeza. Una toalla sobre su caraВ».
В«Agua, vertiГ©ndose. No se detiene. El cautivo golpea tan fuerte que se rompe su propio brazoВ».
–¡Dime la verdad!
–¿Profesor Lawson? —Era el chico de pelo castaГ±o de la primera fila. Estaba mirando a Reid… todos lo hacГan. «¿Acabo de decir eso en voz alta? No creГa que lo hubiera hecho, pero el recuerdo se le habГa metido en el cerebro y posiblemente hasta su boca. Todos los ojos estaban puestos en Г©l, algunos estudiantes murmuraban entre ellos mientras Г©l estaba de pie allГ torpemente y con la cara enrojecida.
MirГі su reloj por cuarta vez en menos de unos minutos.
–Ummm, lo siento —se rio nerviosamente—. Parece que es todo el tiempo que tenemos hoy. Quiero que todos ustedes lean sobre Fawkes y las motivaciones detrás del complot de la pólvora, y el lunes retomaremos con el resto de la Reforma Protestante y comenzaremos con la Guerra de los Treinta Años.
La sala de conferencias se llenГі con los sonidos del movimiento de los pies y el crujido de los estudiantes cuando recogieron sus libros y bolsas y empezaron a salir del aula. Reid se frotГі la frente; sintiГі que se le acercaba un dolor de cabeza, cada vez mГЎs frecuente en estos dГas.
El recuerdo del disidente torturado perduraba como una niebla espesa. Eso tambiГ©n habГa estado sucediendo mГЎs a menudo Гєltimamente; pocos recuerdos nuevos habГan regresado a Г©l, pero los que habГan sido restaurados anteriormente volvГan mГЎs fuertes, mГЎs viscerales. Como un dГ©jГ vu, excepto que Г©l sabГa que habГa estado allГ. No era sГіlo un sentimiento; habГa hecho todas esas cosas y otras mГЎs.
–Profesor Lawson —Reid levantó la vista, sacudido por sus pensamientos cuando una joven rubia se acercó a él, echando un bolso sobre su hombro—. ¿Tienes una cita esta noche o algo as�”
–¿Perdón? —Reid frunció el ceño, confundido por la pregunta.
La joven sonriГі. —NotГ© que mirabas tu reloj como cada treinta segundos. Me imaginГ© que debГa tener una cita caliente esta noche.
Reid forzó una sonrisa. —No, nada de eso. Sólo… espero ansioso el fin de semana.
Ella asintiГі apreciablemente. —Yo tambiГ©n. Que tenga un buen dГa, profesor. —Se girГі para salir del aula, pero se detuvo, echГі una mirada por encima del hombro y preguntó—: ВїTe gustarГa alguna vez?
–¿Disculpa? —preguntó vagamente.
–Tener una cita. Conmigo.
Reid parpadeó, aturdido en silencio. —Yo…
–Piénsalo. —Sonrió de nuevo y se fue.
Se quedГі allГ por un largo momento, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Cualquier recuerdo de tortura o de sitios negros que pudiera haber persistido, fue apartado por la inesperada peticiГіn. ConocГa al estudiante bastante bien; ella se habГa reunido con Г©l unas cuantas veces durante sus horas de oficina para revisar el trabajo del curso. Se llamaba Karen; tenГa veintitrГ©s aГ±os y era una de las mГЎs brillantes de su clase. Se habГa tomado un par de aГ±os libres despuГ©s de la escuela secundaria antes de ir a la universidad y viajГі, sobre todo por Europa.
Casi se golpeГі en la frente con la repentina comprensiГіn de que sabГa mГЎs de lo que debГa sobre la joven. Esas visitas a la oficina no habГan sido para ayudar en la asignaciГіn; ella estaba enamorada del profesor. Y era innegablemente hermosa —si Reid se permitГa por un momento pensar asГ— lo que normalmente no hacГa, ya que hacГa tiempo que se habГa hecho adepto a compartimentar los atributos fГsicos y mentales de sus estudiantes y a centrarse en la educaciГіn.
Pero la chica, Karen, era muy atractiva, de pelo rubio y ojos verdes, delgada pero atlética, y…
–Oh —dijo en voz alta a la clase vacГa.
Le recordaba a Maria.
HabГan pasado cuatro semanas desde que Reid y sus chicas habГan vuelto de Europa del Este. Dos dГas despuГ©s Maria fue enviada a otra operaciГіn, y a pesar de sus mensajes y llamadas a su mГіvil personal, no supo nada de ella desde entonces. Se preguntГі dГіnde estaba, si estaba bien… y si ella seguГa sintiendo lo mismo por Г©l. Su relaciГіn se habГa vuelto tan compleja que era difГcil decir dГіnde estaban. Una amistad que casi se habГa vuelto romГЎntica se vio temporalmente amargada por la desconfianza y, eventualmente, por aliados distanciados en el lado equivocado del encubrimiento del gobierno.
Pero ahora no era el momento de pensar en lo que Maria sentГa por Г©l. HabГa prometido volver a la conspiraciГіn, para tratar de descubrir mГЎs de lo que sabГa entonces, pero con el regreso a la enseГ±anza, su nuevo puesto en la agencia, y el cuidado de sus niГ±as, apenas tenГa tiempo para pensar en ello.
Reid suspirГі y revisГі su reloj otra vez. Recientemente habГa derrochado y comprado un reloj inteligente que se conectaba a su telГ©fono mГіvil por Bluetooth. Incluso cuando su telГ©fono estaba en su escritorio o en otra habitaciГіn, seguГa siendo alertado por mensajes de texto o llamadas. Y mirarlo frecuentemente se habГa vuelto tan instintivo como parpadear. Tan compulsivo como rascarse la picazГіn.
Le habГa enviado un mensaje a Maya justo antes de que empezara la conferencia. Normalmente sus textos eran preguntas aparentemente inocuas, como «¿QuГ© quieres para cenar?В» o «¿Necesitas que compre algo de camino a casa?В» Pero Maya no era tonta; sabГa que Г©l las controlaba, sin importar cГіmo tratara de presentarlo. Especialmente porque tendГa a enviar un mensaje o hacer una llamada cada hora mГЎs o menos.
Era lo suficientemente inteligente como para reconocer lo que era esto. La neurosis sobre la seguridad de sus chicas, su compulsiГіn por reportarse y la consiguiente ansiedad esperando una respuesta; incluso la fuerza y el impacto de los flashbacks que soportГі. Tanto si estaba dispuesto a admitirlo como si no, todos los signos apuntaban a algГєn grado de trastorno de estrГ©s postraumГЎtico por las pruebas por las que habГa pasado.
No obstante, su desafГo para superar el trauma, su camino para volver a una vida que se asemejaba a la normalidad, e intentar conquistar la angustia y la consternaciГіn de lo sucedido, no era nada comparado con lo que sus dos hijas adolescentes estaban pasando.
CAPГЌTULO TRES
Reid abriГі la puerta de su casa en los suburbios de Alexandria, Virginia, balanceando una caja de pizza sobre la palma de su mano, y marcГі el cГіdigo de seis dГgitos de la alarma en el panel cerca de la puerta principal. HabГa actualizado el sistema sГіlo unas semanas antes. Este nuevo enviarГa una alerta de emergencia tanto al 911 como a la CIA si el cГіdigo no se introducГa correctamente en los 30 segundos siguientes a la apertura de cualquier punto de salida.
Fue una de las varias precauciones que Reid tomГі desde el incidente. Ahora habГa cГЎmaras, tres en total; una montada sobre el garaje y dirigida hacia la entrada y la puerta delantera, otra escondida en el reflector sobre la puerta trasera, y una tercera fuera de la puerta de la habitaciГіn del pГЎnico en el sГіtano, todas ellas en un bucle de grabaciГіn de veinticuatro horas. TambiГ©n habГa cambiado todas las cerraduras de la casa; su antiguo vecino, el ahora fallecido Sr. Thompson, tenГa una llave de las puertas delantera y trasera y sus llaves fueron tomadas cuando el asesino Rais robГі su camiГіn.
Por Гєltimo, y quizГЎs lo mГЎs importante, era el dispositivo de rastreo implantado en cada una de sus hijas. Ninguna de ellas era consciente de ello, pero ambas habГan recibido una inyecciГіn bajo el disfraz de una vacuna antigripal que les implantГі un rastreador GPS subcutГЎneo, pequeГ±o como un grano de arroz, en la parte superior de sus brazos. No importaba en quГ© parte del mundo estuvieran, un satГ©lite lo sabrГa. HabГa sido idea del agente Strickland, y Reid estuvo de acuerdo sin dudarlo. Lo mГЎs extraГ±o fue que a pesar del alto costo de equipar a dos civiles con tecnologГa de la CIA, el subdirector Cartwright lo aprobГі aparentemente sin pensarlo dos veces.
Reid entrГі en la cocina y encontrГі a Maya tirada en la sala de estar adyacente, viendo una pelГcula en la televisiГіn. Estaba tumbada de lado en el sofГЎ, todavГa en pijama, con las dos piernas colgando del extremo mГЎs alejado.
–Hola —Reid puso la caja de pizza en el mostrador y se encogió de hombros con su chaqueta de tweed—. Te envié un mensaje de texto. No contestaste.
–El teléfono está arriba cargándose —dijo Maya perezosamente.
–¿No puede estar cargándose aquà abajo? —preguntó con fuerza.
Ella simplemente se encogiГі de hombros a cambio.
– ¿Dónde está tu hermana?
–Arriba —bostezó—. Creo.
Reid suspiró. —Maya…
–Ella está arriba, papá. Cielos.
Por mucho que quisiera regaГ±arla por su petulante actitud de los Гєltimos dГas, Reid se mordiГі la lengua. AГєn no sabГa el alcance total de lo que habГa pasado a cualquiera de ellas durante el incidente. AsГ es como se referГa a ello en su mente, como В«el incidenteВ». Fue una sugerencia del psicГіlogo de Sara de darle un nombre, una forma de referirse a los eventos en la conversaciГіn, aunque nunca lo habГa dicho en voz alta.
La verdad es que apenas hablaban de ello.
SabГa por los informes de los hospitales, tanto en Polonia como en una evaluaciГіn secundaria en los Estados Unidos, que, si bien sus dos hijas habГan sufrido heridas leves, ninguna de ellas habГa sido violada. Sin embargo, habГa visto de primera mano lo que habГa sucedido a algunas de las otras vГctimas de la trata. No estaba seguro de estar preparado para conocer los detalles de la terrible prueba que habГan vivido por su culpa.
Reid subiГі las escaleras y se detuvo un momento fuera de la habitaciГіn de Sara. La puerta estaba entreabierta unos centГmetros; se asomГі y la vio tendida sobre sus mantas, de cara a la pared. Su brazo derecho descansaba sobre su muslo, todavГa envuelto en un yeso beige desde el codo hacia abajo. MaГ±ana tenГa una cita con el doctor para ver si el yeso estaba listo para ser retirado.
Reid empujГі la puerta para abrirla suavemente, pero aun asГ chirriaba en sus bisagras. Sara, sin embargo, no se moviГі.
– ¿Estás dormida? —preguntó suavemente.
–No —murmuró ella.
–Yo… he traГdo una pizza a casa.
–No tengo hambre —dijo rotundamente.
No habГa comido mucho desde el incidente; de hecho, Reid tuvo que recordarle constantemente que bebiera agua, o de lo contrario casi no consumirГa nada. EntendГa las dificultades de sobrevivir a un trauma mejor que la mayorГa, pero esto se sentГa diferente. MГЎs grave.
La psicГіloga a la que Sara habГa estado viendo, la Dra. Branson, era una mujer paciente y compasiva que vino altamente recomendada y certificada por la CIA. Sin embargo, segГєn sus informes, Sara hablaba poco durante sus sesiones de terapia y respondГa a las preguntas con la menor cantidad de palabras posible.
Se sentГі en el borde de su cama y le cepillГі el pelo de la frente. Ella se estremeciГі ligeramente al tocarla.
–¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó en voz baja.
–Sólo quiero estar sola —murmuró ella.
Г‰l suspirГі y se levantГі de la cama. —Lo entiendo —dijo con empatГa—. Aun asГ, me gustarГa mucho que bajaras y te sentaras con nosotros, como una familia. Tal vez tratar de comer algunos bocados.
Ella no dijo nada en respuesta.
Reid suspirГі de nuevo mientras bajaba las escaleras. Sara estaba claramente traumatizada; era mucho mГЎs difГcil comunicarse con ella que antes, en febrero, cuando las chicas tuvieron un encuentro con dos miembros de la organizaciГіn terrorista AmГіn en un muelle de Nueva Jersey. HabГa pensado que era malo entonces, pero ahora su hija menor no tenГa ninguna alegrГa, a menudo dormГa o se acostaba en la cama y no miraba nada en particular. Incluso cuando estaba allГ fГsicamente, se sentГa como si apenas estuviera allГ.
En Croacia, Eslovaquia y Polonia, todo lo que querГa era recuperar a sus chicas. Ahora que las habГa devuelto a salvo a su casa, todo lo que querГa era tener a sus niГ±as de vuelta, aunque en una capacidad muy diferente. QuerГa que las cosas fueran como eran antes de todo esto.
En el comedor, Maya estaba colocando tres platos y vasos de papel alrededor de la mesa. ObservГі mientras se servГa un refresco, tomaba una rebanada de pepperoni de la caja y mordГa la punta.
Mientras ella masticaba, Г©l preguntГі: Entonces Вїhas pensado en volver a la escuela?
Su mandГbula trabajaba en cГrculos ya que lo miraba de manera uniforme. —No creo que estГ© lista todavГa —dijo despuГ©s de un rato.
Reid asintiГі como si estuviera de acuerdo, aunque pensГі que cuatro semanas de descanso eran suficientes y que la vuelta a la costumbre serГa buena para ellos. Ninguna de las dos habГa vuelto a la escuela tras el incidente; Sara claramente no estaba preparada, pero Maya parecГa estar en condiciones de reanudar sus estudios. Era inteligente, casi una amenaza; incluso cuando era una estudiante de secundaria, habГa estado tomando algunos cursos a la semana en Georgetown. Se verГan bien en una solicitud de ingreso a la universidad y le darГan un impulso para obtener un tГtulo, pero sГіlo si los terminaba.
HabГa estado yendo a la biblioteca varias veces a la semana para sesiones de estudio, lo cual era al menos un comienzo. Era su intenciГіn tratar de pasar el final para no reprobar. Pero incluso siendo tan inteligente como ella, Reid tenГa sus dudas de que fuera suficiente.
EscogiГі sus palabras con cuidado mientras decГa: Quedan menos de dos meses de clases, pero creo que eres lo suficientemente lista para ponerte al dГa si regresas.
–Tienes razón —dijo mientras arrancaba otro bocado de pizza—. Soy lo suficientemente inteligente.
Le dio una mirada de reojo. —Eso no es lo que quise decir, Maya…
–Oh, hola chillona —dijo de repente.
Reid levantГі la vista sorprendido cuando Sara entrГі en el comedor. Su mirada barriГі el suelo mientras se dirigГa a una silla como una tГmida ardilla. QuerГa decir algo, ofrecer algunas palabras de aliento o simplemente decirle que estaba contento de que decidiera unirse a ellos, pero se contuvo. Era la primera vez en al menos dos semanas, tal vez mГЎs, que habГa bajado a cenar.
Maya sacГі una rebanada de pizza en un plato y se la dio a su hermana. Sara dio un pequeГ±o, casi imperceptible mordisco a la punta, sin levantar la vista hacia ninguno de ellos.
La mente de Reid corriГі, buscando algo que decir, algo que pudiera hacer que esto pareciera una cena familiar normal y no la situaciГіn tensa, silenciosa y dolorosamente incГіmoda que era.
–¿Pasó algo interesante hoy? —dijo al final, regañándose inmediatamente por el intento fallido.
Sara sacudiГі un poco la cabeza, mirando el mantel.
–Vi un documental sobre pingüinos —ofreció Maya.
–¿Aprendiste algo genial? —preguntó él.
–En realidad no.
Y asГ fue, volviendo al silencio y la tensiГіn.
В«Di algo significativoВ», su mente le gritГі. В«OfrГ©celes apoyo. Hazles saber que pueden abrirse a ti sobre lo que pasГі. Todos ustedes sobrevivieron a un trauma. Sobrevivan juntosВ».
–Escuchen —dijo—. Sé que no ha sido fácil últimamente. Pero quiero que ambas sepan que está bien que me hablen de lo que pasó. Pueden hacerme preguntas. Seré honesto.
–Papá… —Maya empezó, pero él levantó una mano.
–Por favor, esto es importante para mà —dijo—. Estoy aquà para ustedes, y siempre lo estaré. Sobrevivimos a esto juntos, los tres, y eso prueba que no hay nada que nos pueda separar…
Se detuvo, su corazГіn se rompiГі de nuevo cuando vio que las lГЎgrimas se derramaban por las mejillas de Sara. ContinuГі mirando hacia abajo a la mesa mientras lloraba, sin decir nada, con una mirada lejana que sugerГa que estaba en otro lugar que no fuera el presente mental con su hermana y su padre.
–CariГ±o, lo siento —Reid se levantГі para abrazarla, pero Maya llegГі primero. Ella abrazГі a su hermana menor mientras Sara sollozaba en su hombro. No habГa nada que Reid pudiera hacer mГЎs que pararse ahГ torpemente y mirar. No hubo palabras de simpatГa; cualquier expresiГіn de cariГ±o que pudiera ofrecer serГa poco mГЎs que poner una tirita en un agujero de bala.
Maya cogió una servilleta de la mesa y frotó suavemente las mejillas de su hermana, alisando el pelo rubio de su frente. —Oye —dijo en un susurro—. ¿Por qué no subes y te acuestas un rato? Vendré a ver cómo estás pronto.
Sara asintiГі y resoplГі. Se levantГі sin decir nada de la mesa y saliГі del comedor hacia las escaleras.
–No quise molestarla…
Maya se giró hacia él con las manos en las caderas. —¿Entonces por qué fuiste y sacaste eso a relucir?
–¡Porque apenas me ha dicho dos palabras al respecto! —Reid dijo a la defensiva—. Quiero que sepa que puede hablar conmigo.
–No quiere hablar contigo de eso —Maya respondió—. ¡Ella no quiere hablar con nadie sobre eso!
–La Dra. Branson dijo que abrirse sobre un trauma pasado es terapéutico…
Maya se burló en voz alta. —¿Y crees que la Dra. Branson ha pasado alguna vez por algo como lo que pasó Sara?
Reid tomó un respiro, forzándose a calmarse y a no discutir. —Probablemente no. Pero trata a operativos de la CIA, personal militar, todo tipo de traumas y TEPT…
–Sara no es una agente de la CIA —dijo Maya con dureza—. No es una Boina Verde o un Navy Seal. Es una chica de catorce aГ±os. —Se pasГі los dedos por el pelo y suspiró—. ВїQuieres saber? ВїQuieres hablar de lo que pasГі? AquГ estГЎ: vimos el cuerpo del Sr. Thompson antes de que nos secuestraran. Estaba tirado justo ahГ en el vestГbulo. Vimos a ese manГaco cortarle la garganta a la mujer del ГЎrea de descanso. Parte de su sangre estaba en mis zapatos. EstГЎbamos allГ cuando los traficantes le dispararon a otra chica y dejaron su cuerpo en la grava. Ella estaba tratando de ayudarme a liberar a Sara. Me drogaron. Las dos casi fuimos violadas. Y Sara, de alguna manera encontrГі la fuerza para luchar contra dos hombres adultos, uno de los cuales tenГa un arma, y se lanzГі por la ventana de un tren a toda velocidad. —El pecho de Maya temblaba cuando terminГі, pero no hubo lГЎgrimas.
No estaba molesta por revivir los eventos del mes pasado. Estaba enfadada.
Reid se bajГі lentamente a una silla. SabГa la mayorГa de lo que ella le dijo por haber seguido el rastro para encontrar a las chicas, pero no tenГa ni idea de que otra chica habГa sido asesinada a tiros delante de ellas. Maya tenГa razГіn; Sara no estaba entrenada para lidiar con tales cosas. Ni siquiera era adulta. Era una adolescente que habГa experimentado cosas que cualquiera, entrenado o no, encontrarГa traumГЎticas.
–Cuando apareciste —continuГі Maya, con la voz mГЎs baja ahora—, cuando realmente viniste por nosotras, fue como si fueras un superhГ©roe o algo asГ. Al principio. Pero luego… cuando tuvimos tiempo de pensarlo… nos dimos cuenta de que no sabemos quГ© mГЎs estГЎs escondiendo. No estamos seguras de quiГ©n eres realmente. ВїSabes lo aterrador que es eso?
–Maya —dijo suavemente—, no tienes que tener miedo de mГ…
–Has matado gente —Ella se acurrucó un hombro—. Muchos de ellos. ¿Verdad?
–Yo… —Reid tuvo que recordarse a sГ mismo de no mentirle. HabГa prometido que no lo harГa mГЎs, siempre y cuando pudiera evitarlo. En lugar de eso, sГіlo asintiГі con la cabeza.
–Entonces no eres la persona que creГamos que eras. Eso va a tomar tiempo para acostumbrarse. Tienes que aceptarlo.
–Sigues diciendo «nosotras» —murmuró Reid—. ¿Ella habla contigo?
–SГ. A veces. Ha estado durmiendo en mi cama la semana pasada mГЎs o menos. Pesadillas.
Reid suspirГі con tristeza. Se habГa ido la dinГЎmica tranquila y contenta que su pequeГ±a familia habГa disfrutado una vez. Se dio cuenta ahora de que las cosas habГan cambiado para todos ellos y entre ellos… quizГЎs para siempre.
–No sГ© quГ© hacer —admitiГі suavemente—. Quiero estar ahГ para ella, para las dos. Quiero ser su apoyo cuando lo necesiten. Pero no puedo hacerlo si ella no me habla de lo que pasa por su cabeza. —EchГі un vistazo a Maya y aГ±adió—: Siempre te ha admirado. Tal vez ahora puedas ser un modelo a seguir para ella. Creo que volver a la rutina, a una vida normal, serГa bueno para ambas. Al menos termina tus clases en Georgetown. AdemГЎs, no es probable que te dejen entrar si reprobaste un semestre entero.
Maya se quedГі en silencio durante un largo momento. Al final dijo: Creo que ya no quiero ir a Georgetown.
Reid frunciГі el ceГ±o. Georgetown habГa sido la mejor elecciГіn de universidades de ella desde que se mudaron a Virginia. —Entonces ВїdГіnde? ВїEn la Universidad de Nueva York?
Negó con la cabeza. —No. Quiero ir a West Point.
–West Point —él repitió en blanco, completamente desorientado por su declaración—. ¿Quieres ir a una academia militar?
–Sà —dijo ella—. Voy a convertirme en un agente de la CIA.
CAPГЌTULO CUATRO
Reid se negГі. Estaba seguro de haberla escuchado bien, pero la combinaciГіn de palabras que salГan de su boca no tenГa mucho sentido para Г©l.
В«Me estГЎ dando cuerda, pensГі. Ella esperaba una discusiГіn y yo me resistГВ». Esto era sГіlo ansiedad juvenil. TenГa que serlo.
–Tú… quieres ser un agente de la CIA —dijo lentamente—.
–Sà —dijo Maya—. MГЎs especГficamente, quiero asistir a la Universidad Nacional de Inteligencia en Bethesda. Pero para ello, primero tendrГa que ser miembro de las fuerzas armadas. Si voy a West Point en lugar de alistarme, me graduarГ© como subteniente y podrГ© asistir a la NIU. AllГ puedo obtener una maestrГa en inteligencia estratГ©gica, y para ese momento tendrГa mГЎs de veintiГєn aГ±os, asГ que podrГa inscribirme en el programa de entrenamiento de campo de la agencia.
Las piernas de Reid se sentГan entumecidas. No sГіlo era muy obviamente serio, sino que ya habГa hecho una investigaciГіn exhaustiva para encontrar su mejor curso de acciГіn y educaciГіn.
Pero de ninguna manera dejarГa que su hija eligiera ese camino.
–No —dijo simplemente. Todas las demГЎs palabras parecГan fallarle—. No. De ninguna manera. Eso no va a suceder.
Las cejas de Maya se dispararon al unГsono. —¿Disculpa? —dijo ella con brusquedad.
Reid respirГі hondo. Ella era testaruda, asГ que Г©l tendrГa que decГrselo con mГЎs cuidado que eso. Pero su respuesta fue un inequГvoco y rotundo В«noВ». No despuГ©s de todo lo que habГa visto y todo lo que habГa hecho.
–No ha pasado tanto tiempo desde… el incidente —dijo—. TodavГa estГЎ fresco en tu mente. Antes de tomar una decisiГіn como esta, necesitas considerar todos los ГЎngulos. Termina tus clases. GradГєate en el instituto. Aplica a las universidades. Y podemos revisar todo esto mГЎs tarde. —SonriГі tan agradablemente como pudo.
Maya no lo hizo. —No puedes dictarme la vida de esa manera —dijo acaloradamente.
–En realidad, sà —respondiГі Reid. Se irritГі rГЎpidamente—. TodavГa eres menor de edad.
–No por mucho tiempo —respondió—. Déjame decirte lo que va a pasar. No voy a volver a esas clases en Georgetown. De hecho, no volveré a la escuela hasta septiembre. Reprobaré mi semestre de primavera y tendré que volver a tomar todos esos cursos. Tendré diecisiete años el mes que viene, lo que significa que para cuando me gradúe tendré dieciocho. Y entonces ya no me dirás dónde puedo ir o qué puedo hacer. —Se cruzó de brazos para acentuar su punto.
Reid se pellizcГі el puente de su nariz. —No puedes saltarte tres meses de escuela. ВїY quГ© hay de todas estas sesiones de estudio que has estado haciendo? Todo ese tiempo serГa una pГ©rdida de tiempo.
–No he estado yendo a las sesiones de estudio —admitió ella.
La miró con atención. —¿Asà que me has estado mintiendo? ¿Después de todo? —Se burló con consternación—. Entonces ¿a dónde has estado yendo?
–Después de que me dejas, voy al centro de recreación —le dijo ella con naturalidad—. Hay una clase de autodefensa ahà algunas veces a la semana. La imparte un exmarine. También he estado leyendo sobre contrainteligencia y tácticas de espionaje.
Г‰l negГі con la cabeza. —No puedo creerlo. PensГ© que no Гbamos a tener mГЎs secretos entre nosotros. —Incluso mientras lo decГa, un doloroso recuerdo se reflejaba en su mente: el asesinato de Kate, la verdad sobre su madre. AГєn no se lo habГa dicho, a pesar de su promesa de cesar la mentira y la farsa. Le mataba el ocultarlo de ellas, pero tras el incidente era demasiado pronto para revelar algo tan horrible. Ahora, cuatro semanas despuГ©s, temГa que fuera demasiado tarde y que se enfadaran con Г©l por ocultГЎrselo durante tanto tiempo.
–SabГa que reaccionarГas asà —dijo Maya—. Por eso no te dije la verdad. Pero te la estoy diciendo ahora. Eso es lo que quiero hacer. Eso es lo que voy a hacer.
–Cuando tenГas siete aГ±os querГas ser bailarina de ballet —le dijo Reid—. ВїRecuerdas eso? Cuando tenГas diez aГ±os querГas ser veterinaria. A los trece querГas ser abogado, todo porque vimos una pelГcula sobre un juicio por asesinato…
–¡No seas indulgente conmigo! —Maya saltó de su asiento, poniéndose de pie delante de él con un dedo de advertencia y un brillo en su cara.
Reid se reclinГі en su asiento, sorprendido por su arrebato. Apenas podГa estar enfadado con ella, tan sorprendido como estaba por la fuerza de su reacciГіn.
–Este no es el sueГ±o de una niГ±a de cuento de hadas —dijo rГЎpidamente, con la voz baja—.В Esto es lo que quiero. Ahora lo sГ©. Al igual que sГ© lo que mantiene a Sara despierta por la noche. Tiene pesadillas sobre su experiencia, sobre lo que pasГі. Lo que sobreviviГі. Pero eso no es lo que me traumatiza. Lo que me mantiene despierta es saber que todavГa estГЎ pasando ahГ fuera ahora mismo. Lo que vi y lo que pasГ© es la vida de alguien. Mientras estoy en mi cama caliente, o comiendo pizza, o yendo a clases, hay mujeres y niГ±os ahГ fuera viviendo todos los dГas asГ, hasta que mueren.
Maya puso un pie en la silla y tirГі de la pierna de su pijama hasta la rodilla. En su pantorrilla habГa delgadas cicatrices marrГіn-rojizo que deletreaban tres palabras: ROJO. 23. POLO. Fue el mensaje que se habГa grabado en su propia pierna en los momentos antes de que las drogas de los traficantes se apoderaran de ella; el mensaje que proporcionГі una pista de dГіnde habГan llevado a Sara.
–Puedes fingir que esto es sólo una fase si quieres —Maya siguió adelante—. Pero estas cicatrices no van a ninguna parte. Las tendré por el resto de mi vida, y cada vez que las veo me recuerda que lo que me pasó a mà sigue pasando a otros. Todo lo que hice fue darme cuenta de que, si quiero que termine, la mejor manera de hacerlo es ser parte de la gente que intenta detenerlo. —Bajó la tela del pijama otra vez.
La garganta de Reid se sentГa seca. No podГa contrarrestar su argumento mГЎs de lo que podГa consentir. Algo que Maria le habГa dicho una vez le pasГі por la mente: В«No puedes salvar a todosВ». Pero podГa salvar a su hija de vivir el tipo de vida que le habГan impuesto. —Lo siento —dijo al final—. Pero por muy nobles que sean sus intenciones, no puedo apoyar esto. Y no lo harГ©.
–No necesito tu apoyo —declarГі Maya—. SГіlo pensГ© que deberГas saber la verdad. —SaliГі furiosa del comedor, con los pies descalzos subiendo las escaleras. Un momento despuГ©s, una puerta se cerrГі de golpe.
Reid se desplomГі en su silla y suspirГі. La pizza estaba frГa. Una hija fue perturbada en silencio y la otra estaba decidida a enfrentarse al inframundo. La psicГіloga, la Dra. Branson, le habГa dicho que tuviera paciencia con Sara; ella habГa dicho que el tiempo lo cura todo, pero en cambio Г©l habГa presionado el tema y la habГa molestado de nuevo. AdemГЎs, la intenciГіn de Maya de unirse a la CIA era lo Гєltimo que esperaba oГr.
De una manera extraГ±a, admiraba su habilidad para canalizar el trauma que habГa experimentado en una causa. Pero simplemente no podГa estar de acuerdo con los medios que ella habГa elegido. PensГі en todo lo que habГa visto y en las heridas que habГa sufrido. Las cosas que tenГa que hacer y las amenazas que tenГa que detener. La gente que habГa ayudado, y todos los que habГa dejado rotos o muertos en el camino.
Reid se dio cuenta de repente de que no tenГa ni idea de lo que le habГa inspirado a unirse a la CIA en primer lugar. Sus propias motivaciones se habГan perdido hace tiempo, empujadas en los mГЎs oscuros recovecos de su mente por el supresor de memoria experimental. Era posible que nunca recordara por quГ© se convirtiГі en el agente de la CIA Kent Steele.
В«Sabes que eso no es verdadВ», se dijo a sГ mismo. В«PodrГa haber una maneraВ».
*
La oficina de Reid estaba en el segundo piso de la casa, el mГЎs pequeГ±o de los dormitorios que habГa equipado con su escritorio, estantes y una impresionante colecciГіn de libros. DeberГa haber estado preparando su conferencia del lunes sobre la Reforma Protestante y la Guerra de los Treinta AГ±os. Como profesor adjunto de historia europea en la Universidad de Georgetown, el compromiso de Reid era apenas a tiempo parcial, pero aun asГ anhelaba el aula. Representaba una vuelta a la normalidad, como querГa para sus niГ±as. Pero esa tarea tendrГa que esperar.
En su lugar, Reid colocГі reverentemente un disco oscuro en el eje de un viejo fonГіgrafo en la esquina y bajГі la aguja. CerrГі los ojos cuando empezГі el Concierto de Piano nВє 21 de Mozart, lento y melГіdico, como un deshielo primaveral despuГ©s del largo invierno. SonriГі. La mГЎquina tenГa mГЎs de setenta y cinco aГ±os, pero aГєn funcionaba perfectamente. HabГa sido un regalo de Kate en su quinto aniversario de bodas; ella habГa encontrado el destartalado fonГіgrafo en un bazar por un precio de seis dГіlares, y luego pagГі mГЎs de doscientos para restaurarlo hasta casi su antigua gloria.
В«Kate. Su sonrisa se desvaneciГі en una muecaВ».
«Estás en el sitio negro en Marruecos, apodado “El Infierno Seis”. Interrogando a un conocido terrorista».
В«Hay una llamada para ti. Es el subdirector Cartwright. Tu jefeВ».
В«No se anda con rodeos. Tu esposa, Kate, fue asesinadaВ».
SucediГі cuando salГa del trabajo, caminando hacia su coche. A Kate le habГan dado una potente dosis de tetrodotoxina, tambiГ©n conocida como TTX, un potente veneno que causГі una repentina parГЎlisis del diafragma. Se asfixiГі en la calle y muriГі en menos de un minuto.
En las semanas transcurridas desde Europa del Este, Reid habГa revisado la memoria muchas veces o, mejor dicho, la memoria habГa regresado a Г©l, forzando su camino al frente de su mente cuando menos se esperaba. Todo le recordaba a Kate, desde los muebles de su sala de estar hasta el olor que de alguna manera aГєn permanecГa en su almohada; desde el color de los ojos de Sara hasta el anguloso mentГіn de Maya. Ella estaba en todas partes… y tambiГ©n lo estaba la mentira que ocultaba de sus chicas.
HabГa intentado varias veces recordar mГЎs, pero no estaba seguro de saber mГЎs que eso. DespuГ©s del asesinato de su esposa, Kent Steele habГa hecho un peligroso alboroto a travГ©s de Europa y el Medio Oriente, matando a montones de personas que estaban asociadas con la organizaciГіn terrorista AmГіn. Luego vino el supresor de la memoria, y los dos aГ±os subsiguientes de extraГ±a y dichosa ignorancia.
Reid fue al armario en el rincГіn mГЎs alejado de la habitaciГіn. Dentro habГa una pequeГ±a bolsa negra, lo que los agentes de la CIA llamaban bolsa de escape. En ella estaba todo lo que un operativo necesitarГa para permanecer a oscuras por un tiempo indeterminado, si la situaciГіn lo requiriera. Esta bolsa en particular habГa pertenecido a su antiguo mejor amigo, el ahora fallecido agente Alan Reidigger. Reid tenГa pocos recuerdos del hombre, pero sabГa lo suficiente para saber que Reidigger le habГa ayudado en un momento de necesidad y lo habГa pagado con su vida.
Lo mГЎs importante, en la bolsa habГa una carta. La sacГі, los pliegues de la tercera longitud bien desgastados por el tiempo y la relectura.
Oye Cero, la carta comenzaba profГ©ticamente. Si estГЎs leyendo esto, probablemente estoy muerto.
Se saltГі un par de pГЎrrafos en la hoja.
La CIA querГa arrestarte, pero no me escuchaste. No fue sГіlo por tu camino de guerra. HabГa algo mГЎs, algo que estabas a punto de encontrar – demasiado cerca. No puedo decirte lo que fue porque ni siquiera yo lo sГ©. No me lo dijiste, asГ que debe haber sido algo pesado.
Reid creГa que sabГa a quГ© se referГa Reidigger —la conspiraciГіn. Un breve destello de memoria que habГa recuperado mientras rastreaba al ImГЎn Khalil y el virus de la viruela le habГa mostrado que sabГa algo antes de que le implantaran el supresor en su cabeza.
CerrГі los ojos y volviГі al recuerdo:
В«El sitio negro de la CIA en Marruecos. DesignaciГіn I-6, alias Infierno Seis. Un interrogatorio. Le arrancas las uГ±as a un hombre ГЎrabe para obtener informaciГіn sobre el paradero de un fabricante de bombasВ».
В«Entre gritos y quejidos e insistencias que no sabe, surge algo mГЎs: una guerra pendiente. Algo grande que se avecina. Una conspiraciГіn, planeada por el gobierno de los Estados UnidosВ».
В«No le crees. No al principio. Pero no podГas dejarlo pasarВ».
Г‰l sabГa algo en ese entonces. Como un rompecabezas, habГa empezado a armarlo. Entonces apareciГі AmГіn. El asesinato de Kate sucediГі. Г‰l se distrajo, y aunque jurГі volver a ello, nunca tuvo la oportunidad.
LeyГі el resto de la carta de Alan:
Sea lo que sea, sigue ahГ, encerrado en tu cerebro en alguna parte. Si alguna vez lo necesitas, hay una manera. El neurocirujano que instalГі el implante, su nombre es Dr. Guyer. La Гєltima vez que practicГі fue en ZГєrich. PodrГa devolverlo todo, si quieres. O podrГa reprimirlos todos de nuevo, si quieres hacerlo. La elecciГіn es tuya. Buena suerte, Cero. – Alan
Reid no podГa recordar cuГЎntas veces se habГa sentado frente a la computadora o a su telГ©fono e intentГі motivar a sus dedos para que escribieran el nombre del Dr. Guyer en una barra de bГєsqueda. Su deseo de recuperar la memoria, no, su necesidad de recuperarla se hacГa mГЎs intensa cada semana que pasaba, hasta el punto de que era urgente que supiera lo mucho que no sabГa. Necesitaba ser capaz de recordar su propio pasado.
В«Pero no puedo dejar a las chicasВ». DespuГ©s del incidente, no habГa forma de que pudiera levantarse e irse a Suiza. Se pondrГa neurГіtico con respecto a su seguridad, incluso con los implantes de rastreo. Incluso con el agente Strickland cuidГЎndolas. AdemГЎs, ВїquГ© pensarГan? Maya nunca creerГa que es para un procedimiento mГ©dico. Ella pensarГa que Г©l estaba haciendo trabajo de campo otra vez.
В«AsГ que llГ©valasВ». El pensamiento entrГі en su cabeza tan fГЎcilmente que casi se burlГі de sГ mismo por no haberlo pensado antes. Pero luego lo descartГі igual de rГЎpido. ВїQuГ© hay de su trabajo? ВїQuГ© hay de las sesiones de terapia de Sara? ВїNo habГa intentado convencer a Maya de que volviera a la escuela?
В«No lo pienses demasiadoВ», se dijo a sГ mismo. ВїNo era la soluciГіn mГЎs simple la que normalmente era la correcta? No era como si nada hubiera funcionado para sacar a Sara de su depresiГіn, y Maya parecГa decidida a ser testaruda, como siempre.
Reid empujГі el bolso de Reidigger al armario y se puso en pie. Antes de que pudiera convencerse de cambiar de opiniГіn, caminГі por el pasillo hasta la habitaciГіn de Maya y llamГі rГЎpidamente a su puerta.
Ella lo abrió y cruzó los brazos, claramente aún descontenta con él. —¿S�
–Vámonos de viaje.
Ella le parpadeó. —¿Qué?
–Vámonos de viaje, los tres —dijo de nuevo, pasando a su lado en el dormitorio—. Mira, me equivoqué al mencionar el incidente. Ahora lo veo. Sara no necesita que se lo recuerden; necesita lo contrario. —Estaba desvariando, gesticulando con las manos, pero siguió adelante—. Este último mes, todo lo que ha hecho es recostarse y pensar en lo que pasó. Tal vez lo que necesita es una distracción. Tal vez sólo necesita hacer algunos recuerdos agradables para recordar lo buenas que pueden ser las cosas.
Maya frunció el ceño como si luchara por seguir su lógica. —Asà que quieres ir de viaje. ¿A dónde?
–Vamos a esquiar —respondió—. ¿Recuerdas cuando fuimos a Vermont, hace unos cuatro o cinco años? ¿Recuerdas cuánto le gustaba a Sara la pendiente del conejo?
–Lo recuerdo —dijo Maya—, pero papá, es abril. La temporada de esquà ha terminado.
– No en los Alpes, allà no.
Ella lo miró como si hubiera perdido la cabeza. —¿Quieres ir a los Alpes?
–SГ. Suiza, para ser especГficos. Y sГ© que piensas que esto es una locura, pero estoy pensando claramente aquГ. No nos estamos haciendo ningГєn favor estancГЎndonos aquГ. Necesitamos un cambio de escenario, especialmente Sara.
–Pero… ¿qué hay de tu trabajo?
Reid se encogió de hombros. —Haré novillos.
–Ya nadie dice eso.
–Me preocuparГ© de quГ© decirle a la universidad —dijo—. В«Y a la agenciaВ». La familia es lo primero. —Reid estaba casi seguro de que la CIA no iba a despedirlo por pedirle un tiempo libre para estar con sus chicas. De hecho, estaba bastante seguro de que no le dejarГan dimitir, aunque lo intentara—. El yeso de Sara se lo quitan maГ±ana. Podemos ir esta semana. ВїQuГ© dices?
Maya frunciГі los labios con fuerza. Г‰l conocГa esa mirada; ella estaba haciendo todo lo posible para contener una sonrisa. AГєn no estaba exactamente satisfecha con la forma en que Г©l habГa manejado sus noticias de antes. Pero asintiГі con la cabeza. —EstГЎ bien. Tiene sentido. SГ, hagamos un viaje.
–Grandioso —Reid la agarró por los hombros y plantó un beso en la frente de su hija antes de que pudiera retorcerse. Al salir de su habitación, miró hacia atrás y definitivamente la sorprendió sonriendo.
Se metiГі en la habitaciГіn de Sara y la encontrГі tirada de espaldas, mirando al techo. Ella no lo mirГі cuando entrГі y se arrodillГі al lado de su cama.
–Oye —dijo en un susurro cercano—. Siento lo que pasГі en la cena. Pero tengo una idea. ВїQuГ© dirГas de que nos vayamos de viaje? SГіlo tГє, Maya y yo, e iremos a un lugar bonito, a un lugar lejano. ВїTe gustarГa eso?
Sara inclinГі la cabeza hacia Г©l, lo suficiente para que su mirada se encontrara con la de Г©l. Luego asintiГі ligeramente.
–¿S� Bien. Entonces eso es lo que haremos. —Se acercó y tomó la mano de ella en la suya, y estaba bastante seguro de que sintió un ligero apretón de sus dedos.
В«Esto funcionarГЎВ», se dijo a sГ mismo. Por primera vez en un tiempo se sintiГі bien con algo.
Y las chicas no necesitaban saber sobre su motivo oculto.
CAPГЌTULO CINCO
Maria Johansson caminГі por la explanada del aeropuerto AtatГјrk de Estambul en TurquГa y abriГі la puerta del baГ±o de mujeres. HabГa pasado los Гєltimos dГas siguiendo la pista de tres periodistas israelГes que habГan desaparecido mientras cubrГan la historia de la secta de fanГЎticos del ImГЎn Khalil, los que casi habГan desatado un virus mortal de viruela en el mundo desarrollado. Se sospechaba que la desapariciГіn de los periodistas podrГa haber tenido algo que ver con los seguidores supervivientes de Khalil, pero su rastro se habГa enfriado en el Irak, cerca de su destino en Bagdad.
Dudaba mucho de que fueran a ser encontrados, no a menos que quien fuera responsable de su desapariciГіn reclamara la responsabilidad. Sus Гіrdenes actuales eran hacer un seguimiento de una presunta fuente que el periodista tenГa aquГ en Estambul, y luego regresar a la sede regional de la CIA en ZГєrich donde serГa interrogada y posiblemente reasignada, si la operaciГіn se consideraba terminada.
Pero mientras tanto, tenГa otra reuniГіn a la que asistir.
En el baГ±o, Maria abriГі su bolso y sacГі una bolsa impermeable de plГЎstico grueso. Antes de sellar su telГ©fono de la CIA dentro de ella, llamГі al buzГіn de voz de su lГnea privada
No hubo mensajes nuevos. ParecГa que Kent habГa renunciado a intentar contactarla. Le habГa dejado varios mensajes de voz en las Гєltimas semanas, uno cada varios dГas. En los breves y unilaterales recortes le hablГі de sus hijas, de cГіmo Sara todavГa estaba lidiando con el trauma de los eventos que habГa soportado. MencionГі su trabajo para la DivisiГіn de Recursos Nacionales y lo insГpido que era comparado con el trabajo de campo. Le dijo que la echaba de menos.
Fue un pequeГ±o alivio que se rindiera. Al menos no tendrГa que escuchar el sonido de su voz y darse cuenta de cuГЎnto lo extraГ±aba tambiГ©n.
Maria sellГі el telГ©fono dentro de la bolsa de plГЎstico y lo bajГі con cuidado en el tanque del baГ±o antes de volver a poner la tapa. No quiso arriesgarse a ser escuchada indiscretamente.
Luego saliГі del baГ±o y se dirigiГі a la terminal, a una puerta con muchas personas dando vueltas. La junta de vuelo anunciГі que el aviГіn a Kiev saldrГa en una hora y media.
Se sentГі en una silla de plГЎstico rГgido en una fila de seis. El hombre ya estaba detrГЎs de ella, sentado en la fila opuesta mirando en la otra direcciГіn con una revista de automГіviles abierta delante de su cara.
–Caléndula —dijo, con una voz ronca pero baja—. Reporte.
–No hay nada que reportar —respondió en ucraniano—. El agente Cero está de vuelta en casa con su familia. Me ha estado evitando desde entonces.
–¿Oh? —dijo el ucraniano con curiosidad—. ¿Lo ha hecho? ¿O has estado evitándolo?
Maria frunciГі el ceГ±o, pero no se volteГі a mirar al hombre. SГіlo dirГa tal cosa si supiera que es verdad. —¿Has intervenido mi telГ©fono privado?
–Por supuesto —dijo el ucraniano con franqueza—. Parece que el agente Cero tiene muchas ganas de hablar contigo. ¿Por qué no te has puesto en contacto con él?
No es que fuera asunto del ucraniano, pero Maria habГa estado esquivando a Kent por la simple razГіn de que le habГa mentido, no una vez, sino dos veces. Ella le habГa dicho que los ucranianos con los que trabajaba eran miembros del Servicio de Inteligencia Exterior. Aunque algunos de su facciГіn podrГan haberlo sido, en un momento dado, eran tan leales al FIS como ella a la CIA.
La segunda mentira era que ella dejarГa de trabajar con ellos. Kent habГa dejado clara su desconfianza en los ucranianos mientras iban en camino a rescatar a sus hijas, y Maria habГa acordado, a medias, que pondrГa fin a la relaciГіn.
No lo habГa hecho. TodavГa no. Pero eso fue parte de la razГіn de la reuniГіn en Estambul; no era demasiado tarde para cumplir su palabra.
–Hemos terminado —dijo simplemente—. He terminado de trabajar contigo. Tú sabes lo que yo sé, y yo sé lo que tú sabes. Podemos intercambiar información para construir un caso, pero ya terminé de hacer tus mandados. Y voy a dejar a Cero fuera de esto.
El ucraniano se quedó en silencio durante un largo momento. Ocasionalmente, pasaba la página de su revista de autos como si la estuviera leyendo. —¿Estás segura? —preguntó—. Recientemente ha salido a la luz nueva información.
La ceja de Maria se levantó instintivamente, aunque estaba segura de que esto era sólo una treta para mantenerla en su puesto. —¿Qué clase de nueva información?
–InformaciГіn que quieres —dijo el hombre crГpticamente. Maria no pudo ver su cara, pero le dio la impresiГіn, por su tono, de que estaba sonriendo.
–Estás fingiendo —dijo ella sin rodeos.
–No lo estoy —le aseguró—.В Conocemos su posiciГіn. Y sabemos lo que podrГa pasar si se mantiene en su posiciГіn.
El pulso de Maria se acelerГі. No querГa creerle, pero no tenГa otra opciГіn. Su participaciГіn en el descubrimiento de la conspiraciГіn, su decisiГіn de trabajar con ellos e intentar obtener informaciГіn de la CIA, fue mГЎs que una cuestiГіn de hacer lo correcto. Por supuesto, ella querГa evitar la guerra, para evitar que los perpetradores obtuvieran ganancias mal habidas, para evitar que personas inocentes fueran lastimadas. Pero mГЎs que eso, ella tenГa un interГ©s personal en la trama.
Su padre era miembro del Consejo de Seguridad Nacional, un funcionario de alto rango en asuntos internacionales. Y aunque le avergonzaba incluso pensarlo, su mayor prioridad, mГЎs grande que salvar vidas o evitar que los Estados Unidos iniciaran una guerra, era averiguar si Г©l estaba en esto, si era un cГіmplice y, si no lo era, mantenerlo a salvo de los que se saldrГan con la suya por cualquier medio necesario.
No era como si Maria pudiera simplemente llamarlo y preguntarle. Su relaciГіn era algo tensa, limitada principalmente a bromas profesionales, charlas sobre legislaciГіn, y ocasionalmente a una breve puesta al dГa de la vida personal. AdemГЎs, si Г©l estaba al tanto de la trama, no tendrГa razГіn para admitirlo abiertamente ante ella. Si no lo estuviera, querrГa tomar medidas; era un hombre decidido que creГa en la justicia y en el sistema legal. Maria tendГa a inclinarse hacia lo cГnico, y como resultado, a ser cautelosa.
–¿QuГ© quieres decir con В«lo que podrГa pasarВ»? —exigiГі. La crГptica declaraciГіn del ucraniano parecГa sugerir que su padre no era el mГЎs sabio, mientras que tambiГ©n llevaba consigo un cierto peso de amenaza.
–No lo sabemos —respondió simplemente.
–¿Cómo se enteraron de esto?
–Correos electrónicos —dijo el ucraniano—, obtenidos de un servidor privado. Se mencionó su nombre, junto con otros que… pueden no obedecer.
–¿Como una lista de objetivos? —preguntó ella firmemente.
–No está claro.
La frustración se apoderó de su pecho. —Quiero leer estos correos electrónicos. Quiero verlos por mà misma.
–Y puedes —le aseguró el ucraniano—. Pero no si insistes en romper los lazos con nosotros. Te necesitamos, Caléndula. Tú nos necesitas. Y todos necesitamos al Agente Cero.
Ella suspiró. —No. Déjalo fuera de esto. Está en casa con su familia. Ahà es donde tiene que estar su enfoque ahora mismo. Ya ni siquiera es un agente…
–Sin embargo, todavГa trabaja para la CIA.
–No tiene lealtad hacia ellos…
–Pero él tiene una lealtad hacia ti.
Maria se burló. —Ni siquiera recuerda lo suficiente para darle sentido a lo poco que sabe.
–Los recuerdos siguen ahГ, en su cabeza. Eventualmente Г©l recordarГЎ, y cuando lo haga, tГє tienes que estar ahГ. ВїNo lo ves? Cuando esa informaciГіn regrese a Г©l, no tendrГЎ otra opciГіn que actuar. Te necesitarГЎ allГ para guiarlo, y necesitarГЎ nuestros recursos si quiere hacer algo significativo al respecto. —El ucraniano hizo una pausa antes de aГ±adir—: La informaciГіn en la mente del agente Cero podrГa proporcionar las piezas que nos faltan, o al menos llevarnos a una prueba. Una forma de detener esto. Esa es la cuestiГіn, Вїno?
–Por supuesto que sà —murmurГі Maria. Aunque no era la Гєnica razГіn por la que habГa accedido a trabajar con los ucranianos, era primordial detener la guerra y la matanza innecesaria antes de que comenzara, y evitar que la gente equivocada obtuviera el tipo de poder que histГіricamente llevГі a conflictos mucho mГЎs grandes. Sin embargo, ella sacudiГі la cabeza—.В Independientemente de lo que yo quiera, tГє sГіlo quieres usarlo.
–Tener al principal agente de la CIA volviГ©ndose contra su gobierno serГa realmente Гєtil —admitiГі el hombre—. Pero ese no es nuestro objetivo. —Se atreviГі a girar ligeramente en su direcciГіn, lo suficiente para murmurar—: AquГ no somos tu enemigo.
Ella querГa creer eso. Pero continuar trabajando con ellos cuando le habГa prometido a Kent que cortarГa los lazos hizo que se sintiera como si fuera, como Г©l la habГa acusado una vez, un agente doble, pero en contra de Г©l, no de la CIA.
–Me ocuparé de Cero —dijo ella—, pero quiero esos emails, y cualquier otra información que tengas sobre mi padre.
–Y lo tendrás, tan pronto como traigas algo nuevo y útil a la mesa. —El hombre hizo un gesto de mirar hacia abajo a su reloj—. Hablando de eso, creo que pronto estarás de vuelta en el cuartel general regional de la CIA… Eso es en Zúrich, ¿verdad? Puede que quieras preguntar sobre el paradero del Agente Cero. Si no me equivoco, no estará lejos.
–¿Está en Europa? —Maria estaba tan sorprendida que se retorció a la mitad de su asiento—. ¿Lo estás espiando?
Se encogió de hombros. —La actividad reciente de su tarjeta de crédito mostró tres boletos de avión a Suiza.
«¿Tres?В» Maria pensГі. No era trabajo de campo; era un viaje. Kent y sus dos chicas, lo mГЎs probable. «¿Pero por quГ© Suiza?В» se preguntГі. Se le ocurriГі una idea… «¿IntentarГa hacer eso? ВїEstГЎ listo?В»
El ucraniano se puso de pie, se abrochГі el abrigo y metiГі su revista bajo un brazo. —Ve hacia Г©l. ConsГguenos algo Гєtil. El tiempo se estГЎ acabando; si no lo haces tГє, lo haremos nosotros.
–No te atrevas a enviar a nadie cerca de él o de sus chicas —amenazó Maria.
Sonrió con suficiencia. —Entonces no nos fuerces la mano. Adiós, Caléndula. —Asintió con la cabeza una vez y se alejó por la terminal.
Maria se hundiГі en la silla y suspirГі derrotada. SabГa muy bien que un solo recuerdo renovado podrГa desencadenar la naturaleza obsesiva de Kent, y que Г©l se hundirГa de nuevo en la madriguera de la conspiraciГіn y el engaГ±o en busca de respuestas. Ella habГa visto de primera mano cГіmo Kent habГa pasado por un infierno para recuperar a su familia… pero tambiГ©n sabГa que el conocimiento que una vez tuvo los destrozarГa de nuevo.
AhГ, en la terminal del aeropuerto AtatГјrk de Estambul, se propuso un objetivo: ella era la responsable de meterlo en esto, asГ que se asegurarГa de estar ahГ si Г©l lo recordaba o cuando lo hiciera. Y de detenerlo si fuera necesario.
CAPГЌTULO SEIS
—Maya, mira. —Sara le dio un empujón a su hermana mayor en el brazo y gesticuló por la ventana mientras el avión se desviaba a través de una nube en su descenso hacia el aeropuerto de Zúrich. El cielo se abrió y las crestas blancas de los Alpes suizos eran visibles en la distancia.
–Es genial, Вїverdad? —Maya dijo con una sonrisa. Reid, en el asiento del pasillo, apenas podГa creer lo que veГa, una fina sonrisa se iluminГі en la cara de Sara tambiГ©n.
En los tres dГas desde que anunciГі el viaje por primera vez, Sara habГa aceptado, pero apenas parecГa emocionada de ir. HabГa dormido durante la mayor parte del vuelo de ocho horas y apenas hablГі en los breves intervalos en que estuvo despierta. Pero a medida que descendГan a tierra y Sara podГa ver los picos escarpados de los Alpes y la ciudad de ZГєrich debajo de ellos, algo de vida parecГa filtrarse en ella. HabГa una sonrisa en su cara y color en sus mejillas por primera vez en un tiempo, y Reid no podГa estar mГЎs contento.
DespuГ©s de desembarcar y pasar la aduana, esperaron junto al carrusel de equipaje por sus maletas. Reid sintiГі que la mano de Sara se deslizaba en la suya. Estaba asombrado, pero intentГі no mostrarlo.
–¿Podemos esquiar hoy? —le preguntó.
–SГ. Por supuesto —le dijo a ella—. Podemos hacer lo que quieras, cariГ±o.
AsintiГі sombrГamente, como si el pensamiento hubiera estado pesando en su mente. Los dedos de ella apretaron los suyos mientras sus maletas hacГan una perezosa rotaciГіn hacia ellos.
Desde ZГєrich tomaron un tren hacia el sur, a menos de dos horas de viaje a la ciudad alpina de Engelberg. HabГa no menos de veintisГ©is hoteles y refugios de esquГ en la cercana montaГ±a de Titlis, el mayor pico de los Alpes Uri a mГЎs de novecientos metros sobre el nivel del mar.
Naturalmente, Reid compartiГі todo esto con las chicas.
–…y también el hogar del primer teleférico del mundo —les dijo mientras caminaban de la estación de tren a su alojamiento—. Oh, y en la ciudad hay un monasterio del siglo XII llamado Kloster Engelberg, uno de los más antiguos monasterios suizos que aún se mantienen en pie…
–Vaya —interrumpió Maya—. ¿Es este el lugar?
Reid habГa elegido uno de los alojamientos mГЎs rГєsticos para su hospedaje; un poco anticuado, sin duda, pero encantador y acogedor, a diferencia de algunos de los grandes hoteles de estilo americano que habГan aparecido en los Гєltimos aГ±os. Se registraron y se instalaron en su habitaciГіn, que tenГa dos camas, una chimenea con dos sillones enfrente y una vista impresionante de la cara sur de Titlis.
–Oye, hay una cosa que quiero decir antes de que salgamos —dijo Reid mientras desempacaban y se preparaban para las pistas—. No quiero que ustedes dos se alejen por su cuenta.
–Papá… —Maya puso los ojos en blanco.
–No se trata de eso —dijo rápidamente—. Este viaje se supone que es para pasar un tiempo de calidad y divertirnos, y eso significa permanecer juntos. ¿De acuerdo?
Sara asintiГі.
–SГ, estГЎ bien —Maya estuvo de acuerdo.
–Bien. Entonces cambiГ©monos —No era una mentira, no realmente; Г©l querГa que se divirtieran juntos, y no querГa que vagaran por sГ mismas por razones de seguridad que no tenГan nada que ver con el incidente. Al menos eso es lo que se dijo a sГ mismo.
TodavГa no tenГa idea de cГіmo iba a cumplir su otra tarea, la razГіn subyacente para venir a Suiza y quedarse en un lugar tan cercano a ZГєrich. Pero tenГa tiempo de averiguar esa parte.
Treinta minutos despuГ©s los tres estaban en un telesquГ, subiendo por una de las muchas de pistas de Titlis. Reid habГa escogido una pista verde para principiantes para que se iniciaran; ninguno de ellos habГa estado esquiando en aГ±os, desde el viaje familiar a Vermont.
La culpa apuГ±alГі el pecho de Reid al pensar en esas vacaciones. Kate estaba viva en ese momento. Ese viaje se habГa sentido perfecto, como si nada malo pudiera pasar entre ellos. Deseaba poder volver a esa Г©poca, disfrutarla de nuevo, tal vez incluso advertirse a sГ mismo sobre lo que vendrГa, o cambiar el resultado para que nunca ocurriera.
SacudiГі el pensamiento de su cabeza. No tenГa sentido insistir en ello. HabГa sucedido, y ahora necesitaba estar ahГ para sus hijas para asegurarse de que el pasado no se repitiera.
En la cima de la suave pendiente, un instructor de esquГ con barba les dio algunos consejos de actualizaciГіn sobre cГіmo reducir la velocidad, cГіmo detenerse y cГіmo girar. Las chicas se tomaron su tiempo, inestables en las botas de esquГ bloqueadas en los talones.
Pero tan pronto como Reid se apartГі con los postes y comenzГі a deslizarse sobre el polvo, su cuerpo reaccionГі como si lo hubiera hecho mil veces. La Гєnica vez que habГa estado esquiando fue en el viaje familiar cinco aГ±os antes, pero la forma en que simplemente sabГa moverse sin pensar, sus piernas y torso ajustГЎndose sutilmente para tejer a la izquierda y a la derecha, le dijo que habГa hecho esto muchas mГЎs veces que una vez. DespuГ©s de la primera carrera, no dudГі que podГa manejar una ruta de diamantes negros sin mucha dificultad.
Aun asГ, hizo lo posible por ocultarlo y se mantuvo al ritmo de las chicas. ParecГa que se lo estaban pasando muy bien, Maya riГ©ndose de cada tambaleo y casi caГda, y Sara con una sonrisa omnipresente en su cara.
En su tercera carrera por la ladera de principiante, Reid empezó entre ambas. Luego dobló sus piernas ligeramente, inclinándose en el descenso, y metió los palos bajo sus axilas. —¡Carrera hasta el fondo! —gritó mientras ganaba velocidad.
–¡TГє lo pediste, viejo! —Maya se echГі a reГr detrГЎs de Г©l.
–¿Viejo? Veremos quiГ©n se rГe cuando te patee el trasero… —Reid mirГі por encima del hombro justo a tiempo para ver el esquГ izquierdo de Sara golpeando una pequeГ±a berma de nieve compacta. Se deslizГі por debajo de ella y ambos brazos se agitaron mientras ella caГa de cara a la pendiente.
– ¡Sara! —Reid se detuvo. Se desabrochó las botas en segundos y le pasó por encima la pólvora—. Sara, ¿estás bien? —Acababa de quitarse el yeso; lo último que necesitaba era otra lesión para arruinar sus vacaciones.
Se arrodillГі y la volteГі. Su cara estaba roja y tenГa lГЎgrimas en los ojos, pero se estaba riendo.
–¿Estás bien? —preguntó otra vez.
–Sà —dijo ella entre risas—. Estoy bien.
La ayudГі a ponerse de pie y ella se secГі las lГЎgrimas de los ojos. Г‰l estaba mГЎs que aliviado de que ella estuviera bien, el sonido de su risa era como una mГєsica para su alma.
–¿Segura que estás bien? —preguntó por tercera vez.
–SГ, papГЎ —SuspirГі felizmente y se mantuvo firme en sus esquГes—. Prometo que estoy bien. No hay nada roto. A propГіsito… —Se empujГі con ambos bastones y se enviГі a sГ misma rГЎpidamente por la ladera—. TodavГa estamos corriendo, Вїverdad?
Desde cerca, Maya tambiГ©n se rio y partiГі tras su hermana.
–¡No es justo! —Reid hablГі despuГ©s de ellas mientras volvГa a sus esquГs.
DespuГ©s de tres horas de cabalgar por las laderas, volvieron al albergue y encontraron asientos en la gran ГЎrea comГєn, frente a una chimenea rugiente lo suficientemente grande como para estacionar una motocicleta. Reid pidiГі tres tazas de chocolate caliente suizo, y bebieron con satisfacciГіn ante el fuego.
–Quiero probar un sendero azul mañana —anunció Sara.
–¿Estás segura, Chillona? Te acaban de quitar el yeso del brazo —se burló Maya.
–Tal vez en la tarde podamos ver la ciudad —ofreció Reid—. ¿Buscamos un lugar para cenar?
–Eso suena divertido —Sara estuvo de acuerdo.
–Claro, eso lo dices ahora —dijo Maya—, pero sabes que nos va a hacer ver ese monasterio.
–Oye, es importante conocer la historia de un lugar —dijo Reid—. Ese monasterio fue lo que inició este pueblo. Bueno, hasta la década de 1850, cuando se convirtió en un lugar de vacaciones para los turistas que buscaban lo que llamaban «curas al aire libre». Verás, en aquel entonces…
Maya se recostГі en su silla y fingiГі roncar fuerte.
–Ja, ja —se burló Reid—. Bien, dejaré de dictar charlas. ¿Quién quiere más? Vuelvo enseguida. —Recogió las tres tazas y se dirigió hacia el mostrador por más.
Mientras esperaba, no pudo evitar darse una palmadita mental en la espalda. Por primera vez en un tiempo, tal vez incluso desde que el supresor de la memoria fue eliminado, sintiГі que habГa hecho lo correcto por sus chicas. Todas se lo estaban pasando muy bien; los eventos del mes anterior ya parecГan convertirse en un recuerdo lejano. Esperaba que fuera algo mГЎs que temporal, y que la creaciГіn de nuevos y felices recuerdos sacara la ansiedad y la angustia de lo que habГa pasado.
Por supuesto, no era tan ingenuo como para creer que las chicas simplemente se olvidarГan del incidente. Era importante no olvidar; al igual que la historia, no querГa que se repitiera. Pero si eso sacaba a Sara de su depresiГіn melancГіlica y a Maya de vuelta a la escuela y a su futuro, entonces Г©l sentirГa que habГa hecho su trabajo como padre.
VolviГі a su sofГЎ y encontrГі a Maya pinchando su mГіvil y el asiento de Sara vacГo.
–Fue al baño —dijo Maya antes de que pudiera siquiera preguntar.
–No iba a preguntar —dijo tan despreocupadamente como pudo, dejando las tres tazas.
–SГ, claro —bromeГі Maya.
Reid se enderezГі y mirГі a su alrededor de todos modos. Por supuesto que iba a preguntar; si dependiera de Г©l, ninguna de las chicas se apartarГa de su vista. MirГі a su alrededor, pasando por los otros turistas y esquiadores, los locales disfrutando de una bebida caliente, el personal que sirve a los clientes…
Un nudo de pГЎnico se hizo en su estГіmago cuando vio la espalda de la cabeza rubia de Sara en el suelo de la cabaГ±a. DetrГЎs de ella habГa un hombre con una parka negra, siguiГ©ndola o quizГЎs guiГЎndola.
Se acercГі rГЎpidamente, con los puГ±os a su lado. Su primer pensamiento fue inmediatamente de los traficantes eslovacos. В«Nos encontraronВ». Sus mГєsculos tensos estaban listos para una pelea, listos para desarmar a este hombre delante de todos. В«De alguna manera nos encontraron aquГ, en las montaГ±asВ».
–Sara —dijo bruscamente.
Se detuvo y se girГі, con los ojos bien abiertos ante su tono de mando.
–¿EstГЎs bien? —Él mirГі desde ella al hombre que la seguГa. TenГa ojos oscuros, una barba de 3 dГas, gafas de esquГ en la frente. No parecГa eslovaco, pero Reid no se arriesgarГa.
–Bien, papá. Este hombre me preguntó dónde estaban los baños —le dijo Sara.
El hombre levantó ambas manos a la defensiva, con las palmas hacia afuera. —Lo siento mucho —dijo, su acento sonaba alemán—. No quise hacer ningún daño…
–¿No podrГas haberle preguntado a un adulto? —Reid dijo con fuerza, mirando al hombre al suelo.
–Le pregunté a la primera persona que vi —protestó el hombre.
–¿Y era una niña de catorce años? —Reid sacudió la cabeza—. ¿Con quién estás?
–¿Con? —preguntГі el hombre desconcertado—. Estoy… con mi familia aquГ.
–¿S� ¿Dónde están? Señálalos —exigió Reid.
–Yo-yo no quiero problemas.
–Papá —Reid sintió un tirón en su brazo—. Ya es suficiente, papá. —Maya le tiró de nuevo—. Es sólo un turista.
Reid entrecerrГі los ojos. —SerГЎ mejor que no te vuelva a ver cerca de mis chicas —advirtió—, o habrГЎ problemas. —Se alejГі del hombre asustado mientras Sara, desconcertada, se dirigГa hacia el sofГЎ.
Pero Maya se puso en su camino con las manos en las caderas. —¿Qué carajos fue eso?
Frunció el ceño. —Maya, cuida tu lenguaje…
–No, cuida el tuyo —le respondió—. Papá, estabas hablando en alemán hace un momento.
Reid parpadeГі sorprendido. —¿Lo estaba? —Ni siquiera se habГa dado cuenta, pero el hombre de la parka negra se habГa disculpado en alemГЎn y Reid simplemente le habГa respondido sin pensar.
–Vas a asustar a Sara de nuevo, haciendo cosas como esa —acusó Maya.
Sus hombros se aflojaron. —Tienes razГіn. Lo siento. SГіlo pensé… В«Pensaste que los traficantes eslovacos te habГan seguido a ti y a tus chicas a SuizaВ». De repente reconociГі lo ridГculo que sonaba eso.
Estaba claro que Maya y Sara no eran las Гєnicas que necesitaban recuperarse de su experiencia compartida. В«Tal vez necesite programar algunas sesiones con la Dra. BransonВ», pensГі mientras se reunГa con sus hijas.
–Lo siento —le dijo a Sara—. Supongo que estoy siendo poco sobreprotector ahora.
Ella no dijo nada en respuesta, pero mirГі fijamente al suelo con una mirada lejana en sus ojos, con ambas manos envueltas alrededor de una taza mientras se enfriaba.
Viendo su reacciГіn y oyГ©ndole ladrar con rabia al hombre en alemГЎn, le recordГі el incidente y, si tuviera que adivinarlo, lo poco que sabГa de su propio padre.
Genial, pensГі amargamente. В«Ni siquiera un dГa y ya lo he arruinado. ВїCГіmo voy a arreglar esto?В» Se sentГі entre las chicas e intentГі desesperadamente pensar en algo que pudiera decir o hacer para volver a la alegre atmГіsfera de hace sГіlo unos momentos.
Pero antes de que tuviera la oportunidad, Sara hablГі. Su mirada se elevГі para encontrarse con la suya mientras murmuraba, y a pesar de las conversaciones a su alrededor Reid escuchГі sus palabras claramente.
–Quiero saber —dijo su hija menor—. Quiero saber la verdad.
CAPГЌTULO SIETE
Yosef Bachar habГa pasado los Гєltimos ocho aГ±os de su carrera en situaciones peligrosas. Como periodista de investigaciГіn, habГa acompaГ±ado a tropas armadas a la Franja de Gaza. HabГa atravesado desiertos en busca de recintos ocultos y cuevas durante la larga caza de Osama bin Laden. HabГa informado en medio de combates y ataques aГ©reos. No dos aГ±os antes, habГa dado a conocer la historia de que Hamas estaba pasando de contrabando piezas de aviones teledirigidos a travГ©s de las fronteras y obligando a un ingeniero saudГ secuestrado a reconstruirlas para que pudieran ser utilizadas en los bombardeos. Su exposiciГіn habГa inspirado una mayor seguridad en las fronteras y aumentado la conciencia de los insurgentes que buscaban una mejor tecnologГa.
A pesar de todo lo que habГa hecho para arriesgar la vida y la integridad fГsica, nunca se habГa encontrado en mayor peligro que ahora. Junto a dos colegas israelГes habГa estado cubriendo la historia del ImГЎn Khalil y su pequeГ±a secta de seguidores, que habГan desatado un virus mutado de viruela en Barcelona y habГan intentado hacer lo mismo en los Estados Unidos. Una fuente de Estambul les dijo que los Гєltimos fanГЎticos de Khalil habГan huido al Iraq, escondiГ©ndose en algГєn lugar cerca de Albaghdadi.
Pero Yosef Bachar y sus dos compatriotas no encontraron a la gente de Khalil; ni siquiera habГan llegado a la ciudad antes de que su coche fuera sacado de la carretera por otro grupo, y los tres periodistas fueron tomados como rehenes.
Durante tres dГas fueron mantenidos en el sГіtano de un complejo desГ©rtico, atados a las muГ±ecas y mantenidos en la oscuridad, tanto literal como figuradamente.
Bachar habГa pasado esos tres dГas esperando su inevitable destino. Se dio cuenta de que estos hombres eran probablemente Hamas, o alguna rama de ellos. Lo torturarГan y finalmente lo asesinarГan. GrabarГan la prueba en video y la enviarГan al gobierno israelГ. Tres dГas de espera y asombro, con miles de horribles escenarios en la cabeza de Bachar, se sintieron tan tortuosos como los planes que estos hombres tenГan para ellos.
Pero cuando finalmente vinieron por Г©l, no fue con armas o implementos. Fue con palabras.
Un joven, no mГЎs de veinticinco aГ±os si acaso, entrГі solo en el nivel subterrГЎneo del recinto y encendiГі la luz, una sola bombilla brillaba en el techo. TenГa ojos oscuros, una barba corta y hombros anchos. El joven caminaba delante de ellos que estaban de rodillas y con las manos atadas.
–Me llamo Awad bin Saddam —les dijo—, y soy el lГder de la Hermandad. Los tres han sido reclutados para un glorioso propГіsito. De ustedes, uno entregarГЎ por mГ un mensaje. Otro documentarГЎ nuestra santa yihad. Y el tercero… el tercero es innecesario. El tercero morirГЎ en nuestras manos. —El joven, este bin Saddam, detuvo su paso y metiГі la mano en su bolsillo.
–Pueden decidir quién llevará a cabo qué tarea entre ustedes si lo desean —dijo—. O pueden dejarlo al azar. —Se dobló en la cintura y colocó tres delgadas cuerdas en el suelo delante de ellos.
Dos de ellas medГan aproximadamente seis pulgadas de largo. La tercera fue recortada un par de pulgadas menos que las otras.
–Volveré en media hora. —El joven terrorista salió del sótano y cerró la puerta tras él.
Los tres periodistas miraban las cuerdas cortadas y deshilachadas del suelo de piedra.
–Esto es monstruoso —dijo Avi en voz baja. Era un hombre corpulento de cuarenta y ocho aГ±os, mГЎs viejo que la mayorГa que aГєn trabajaba en el campo.
–SerГ© voluntario —les dijo Yosef. Las palabras salieron de su boca antes de que las pensara bien, porque si lo hacГa, probablemente las sostendrГa detrГЎs de su lengua.
–No, Yosef —Idan, el mГЎs joven de ellos, sacudiГі la cabeza con firmeza—. Es noble de tu parte, pero no podГamos vivir con nosotros mismos sabiendo que te permitimos ser voluntario para la muerte.
–¿Lo dejarГas al azar? —Yosef respondiГі.
–El azar es justo —dijo Avi—. El azar es imparcial. Además… —Bajó la voz y añadió—: Esto puede ser una artimaña. Puede que aún nos maten a todos de todas formas.
Idan se agachó con ambas manos atadas y tomó los tres tramos de cuerda en su puño, agarrándolos para que los extremos expuestos parecieran tener la misma longitud. —Yosef —dijo—, tú eliges primero. —Él los mantuvo alejados.
La garganta de Yosef estaba demasiado seca para las palabras, cuando llegГі a un final y lentamente lo sacГі del puГ±o de Idan. Una oraciГіn corriГі por su cabeza como una pulgada, luego dos, luego tres se desplegaron de sus dedos cerrados.
El otro extremo se liberГі despuГ©s de sГіlo unos pocos centГmetros. HabГa tirado de la cuerda corta.
Avi suspirГі, pero fue un suspiro de desesperaciГіn, no de alivio.
–Ahà lo tienes —dijo Yosef simplemente.
–Yosef… —Idan comenzó.
–Los dos pueden decidir entre ustedes quГ© tarea van a tomar —dijo Yosef, cortando al joven—. Pero… si alguno de los dos sale de esta y regresa a casa, por favor dГganle a mi esposa e hijo… —Se fue arrastrando. Las Гєltimas palabras parecГan fallarle. No habГa nada que pudiera transmitir en un mensaje que no supieran ya.
–Les diremos que enfrentaste audazmente tu destino ante el terror y la iniquidad —ofreció Avi.
–Gracias —Yosef dejó caer la corta cuerda al suelo.
Bin Saddam regresГі poco despuГ©s, como habГa prometido, y de nuevo se puso a caminar delante de los tres. —¿ConfГo en que hayan tomado una decisiГіn? —preguntГі.
–Lo hemos hecho —dijo Avi, mirando a la cara del terrorista—. Hemos decidido adoptar su concepto islámico de infierno sólo para tener un lugar donde creer que usted y sus bastardos terminarán.
Awad bin Saddam sonrió con suficiencia. —Pero, ¿quién de ustedes se irá antes que yo?
La garganta de Yosef todavГa se sentГa seca, demasiado seca para las palabras. AbriГі la boca para aceptar su destino.
–Yo lo haré.
–¡Idan! —Los ojos de Yosef se abultaron mucho. Antes de que pudiera decir nada, el joven habГa hablado—. No, no es Г©l —le dijo rГЎpidamente a bin Saddam—. He sacado la cuerda corta.
Bin Saddam miró de Yosef a Idan, aparentemente divertido. —Supongo que tendré que matar al que abrió la boca primero. —Cogió su cinturón y desenvainó un feo cuchillo curvo con un mango hecho de cuerno de cabra.
El estómago de Yosef se revolvió con sólo verlo. —Espera, él no…
Awad sacГі su cuchillo y lo atravesГі en la garganta de Avi. La boca del anciano se abriГі por sorpresa, pero no se oyГі nada mientras la sangre caГa en cascada desde su cuello abierto y se derramaba en el suelo.
—¡No! —Yosef gritó. Idan apretó los ojos cerrados mientras un triste sollozo brotaba de él.
Avi cayГі sobre su estГіmago, de cara a Yosef, mientras un charco de sangre oscura se filtraba por las piedras.
Sin decir una palabra mГЎs, bin Saddam los dejГі allГ una vez mГЎs.
Los dos restantes soportaron esa noche sin dormir y sin una sola palabra trasmitida entre ellos, aunque Yosef podГa oГr los suaves sollozos de Idan mientras lloraba la pГ©rdida de su mentor, Avi, cuyo cuerpo estaba a escasos metros de ellos, cada vez mГЎs frГo.
Por la maГ±ana, tres hombres ГЎrabes entraron en el sГіtano sin decir palabra y sacaron el cuerpo de Avi. Dos mГЎs vinieron inmediatamente despuГ©s, seguidos por bin Saddam.
–Él —SeГ±alГі a Yosef, y los dos insurgentes lo arrastraron bruscamente ante Г©l por los hombros. Cuando fue arrastrado hacia la puerta se dio cuenta de que nunca podrГa ver a Idan de nuevo.
–Sé fuerte —llamó por encima de su hombro—. Que Dios esté contigo.
Yosef entrecerrГі los ojos bajo la dura luz del sol mientras era arrastrado a un patio rodeado por un alto muro de piedra y arrojado sin contemplaciones a la parte trasera de un camiГіn, la cual estaba cubierta por una cГєpula de lona. Un saco de yute fue tirado sobre su cabeza, y una vez mГЎs se encontrГі sumergido en la oscuridad.
El camiГіn cobrГі vida y saliГі del recinto. Yosef no pudo decir en quГ© direcciГіn viajaban. PerdiГі la pista de cuГЎnto tiempo habГan estado conduciendo y las voces de la cabina apenas se distinguГan.
DespuГ©s de un tiempo —dos horas, tal vez tres —podГa oГr los sonidos de otros vehГculos, los motores rugiendo, las bocinas sonando. MГЎs allГЎ de eso habГa vendedores ambulantes pregonando y civiles gritando, riendo, conversando. В«Una ciudadВ», se dio cuenta Yosef. В«Estamos en una ciudad. ВїQuГ© ciudad? ВїY por quГ©?В»
El camiГіn disminuyГі la velocidad y de repente una voz ГЎspera y profunda estaba directamente en su oГdo. —Eres mi mensajero —No habГa ninguna duda; la voz pertenecГa a bin Saddam—. Estamos en Bagdad. Dos cuadras al este estГЎ la embajada americana. Voy a liberarte, y tГє vas a ir allГ. No te detengas por nada. No hables con nadie hasta que llegues. Quiero que les cuentes lo que te pasГі a ti y a tus compatriotas. Quiero que les digas que fue la Hermandad la que hizo esto, y su lГder, Awad bin Saddam. Haz esto y te habrГЎs ganado tu libertad. ВїEntiendes?
Yosef asintiГі. Estaba confundido por el contenido de un mensaje tan simple y por quГ© tenГa que entregarlo, pero deseoso de liberarse de esta Hermandad.
El saco de arpillera fue arrancado de encima de su cabeza, y al mismo tiempo fue empujado bruscamente desde la parte trasera del camiГіn. Yosef gruГ±Гі mientras golpeaba el pavimento y rodaba. Un objeto saliГі por detrГЎs de Г©l y aterrizГі cerca, algo pequeГ±o y marrГіn y rectangular.
Era su cartera.
ParpadeГі a la repentina luz del dГa, los transeГєntes se detuvieron con asombro al ver a un hombre atado a las muГ±ecas lanzado desde la parte trasera de un vehГculo en movimiento. Pero el camiГіn no se detuvo; siguiГі rodando y desapareciГі en el denso trГЎfico de la tarde.
ParpadeГі a la repentina luz del dГa, los transeГєntes se detuvieron con asombro al ver a un hombre atado a las muГ±ecas lanzado desde la parte trasera de un vehГculo en movimiento. Pero el camiГіn no se detuvo; siguiГі rodando y desapareciГі en el denso trГЎfico de la tarde.
Yosef agarrГі su cartera y se puso de pie. Sus ropas estaban sucias y estropeadas; le dolГan las extremidades. Su corazГіn se rompiГі por Avi y por Idan. Pero Г©l era libre.
BajГі tambaleГЎndose por la cuadra, ignorando las miradas de los ciudadanos de Bagdad mientras se dirigГa a la embajada de EE.UU. Una gran bandera americana le guiaba desde lo alto de un poste.
Yosef estaba a unos veinticinco metros de la alta valla de alambre de espino que rodeaba la embajada cuando un soldado americano le llamГі. HabГa cuatro de ellos apostados en la puerta, cada uno armado con un rifle automГЎtico y con equipo tГЎctico completo.
–¡Alto! —ordenГі el soldado. Dos de sus camaradas nivelaron sus armas en su direcciГіn mientras el sucio y atado Yosef, medio deshidratado y sudoroso, se detuvo en su camino—. ВЎIdentifГquese!
–Mi nombre es Yosef Bachar —llamГі en inglГ©s—. Soy uno de los tres periodistas israelГes que fueron secuestrados por insurgentes islГЎmicos cerca de Albaghdadi.
–Avisa de esto —le dijo el soldado al mando a otro. Con dos armas aún apuntadas a Yosef, el soldado se acercó a él cautelosamente, con su rifle en ambos brazos y un dedo en el gatillo—. Ponga las manos en la cabeza.
Yosef fue registrado minuciosamente en busca de armas, pero lo Гєnico que el soldado encontrГі fue su cartera y dentro de ella, su identificaciГіn. Se hicieron llamadas, y quince minutos despuГ©s Yosef Bachar fue admitido en la embajada de los EE.UU.
Le cortaron las cuerdas de las muГ±ecas y lo llevaron a una oficina pequeГ±a y sin ventanas, aunque no incГіmoda. Un joven le trajo una botella de agua, que Г©l bebiГі agradecido.
Unos minutos más tarde, un hombre con un traje negro y el pelo peinado a juego entró. —Sr. Bachar —dijo—, mi nombre es Agente Cayhill. Estamos al tanto de su situación y nos alegra mucho verlo sano y salvo.
–Gracias —dijo Yosef—. Mi amigo Avi no fue tan afortunado.
–Lo siento —dijo el agente americano—. Su gobierno ha sido notificado de su presencia aquГ, al igual que su familia. Vamos a organizar el transporte para que vuelvas a casa lo antes posible, pero primero nos gustarГa hablar de lo que te ha pasado. —SeГ±alГі hacia arriba donde la pared se encontraba con el techo. Una cГЎmara negra estaba dirigida hacia abajo, hacia Yosef—.В Nuestro intercambio se estГЎ grabando, y el audio de nuestra conversaciГіn se estГЎ transmitiendo en vivo a Washington, D.C. Es su derecho a negarse a ser grabado. Puede tener un embajador u otro representante de su paГs presente si desea…
Yosef agitó una mano cansada. —Eso no es necesario. Quiero hablar.
–Cuando esté listo entonces, Sr. Bachar.
AsГ que lo hizo. Yosef detallГі el calvario de tres dГas, comenzando con la caminata hacia Albaghdadi y su coche siendo detenido en un camino del desierto. Los tres, Avi, Idan y Г©l, habГan sido obligados a subir a la parte trasera de un camiГіn con bolsas sobre sus cabezas. Las bolsas no se quitaron hasta que estuvieron en el sГіtano del complejo, donde pasaron tres dГas en la oscuridad. Les contГі lo que le habГa pasado a Avi, con la voz temblorosa. Les hablГі de Idan, que seguГa allГ en el complejo y a merced de esos renegados.
–Afirmaron que me habГan liberado para entregar un mensaje —concluyГі Yosef—. QuerГan que supieras quiГ©n era el responsable de esto. QuerГan que supieras el nombre de su organizaciГіn, la Hermandad, y el de su lГder, Awad bin Saddam. —Yosef suspiró—. Es todo lo que sГ©.
El agente Cayhill asintió profundamente. —Gracias, Sr. Bachar. Su cooperación es muy apreciada. Antes de que veamos cómo llevarle a casa, tengo una última pregunta. ¿Por qué te enviaron a nosotros? ¿Por qué no a su propio gobierno, a su gente?
Yosef agitГі la cabeza. Se habГa preguntado eso desde que entrГі en la embajada. —No lo sГ©. Todo lo que dijeron fue que querГan que ustedes, los americanos, supieran quiГ©n era el responsable.
La ceja de Cayhill se arrugГі profundamente. Llamaron a la puerta de la pequeГ±a oficina, y luego una joven mujer se asomГі. —Lo siento seГ±or —dijo en voz baja—, pero la delegaciГіn estГЎ aquГ. EstГЎn esperando en la sala de conferencias C.
–Un momento, gracias —dijo Cayhill.
En el mismo instante en que la puerta se cerrГі de nuevo, el piso debajo de ellos explotГі. Yosef Bachar y el agente Cayhill, junto con otras sesenta y tres almas, fueron incinerados al instante.
*
Apenas dos cuadras hacia el sur, un camiГіn con una cГєpula de lona extendida sobre una base se estacionГі en la acera, en lГnea directa con la embajada americana a travГ©s de su parabrisas.
Awad observГі, sin parpadear, como las ventanas de la embajada explotaron, enviando bolas de fuego al cielo. El camiГіn se estremeciГі con la explosiГіn, incluso desde esta distancia. El humo negro se elevГі en el aire mientras las paredes se doblaban y caГan, y la embajada americana se desplomГі sobre sГ misma.
Conseguir casi su propio peso en explosivos plГЎsticos habГa sido la parte fГЎcil, ahora que tenГa acceso indiscutible a la fortuna de Hassan. Incluso secuestrar a los periodistas habГa sido bastante simple. No, la dificultad habГa sido obtener credenciales falsas que fueran lo suficientemente realistas para que Г©l y otros tres se hicieran pasar por trabajadores de mantenimiento. HabГa sido necesario contratar a un tunecino lo suficientemente capacitado para crear verificaciones de antecedentes falsas y para piratear la base de datos a fin de introducirlas como contratistas aprobados que permitieran el acceso a la embajada.
SГіlo entonces Awad y la Hermandad pudieron guardar los explosivos en un pasillo de mantenimiento bajo los pies de los americanos, como lo habГan hecho dos dГas antes, haciГ©ndose pasar por fontaneros que reparaban una tuberГa rota.
Esa parte no habГa sido sencilla ni barata, pero valiГі la pena para cumplir los objetivos de Awad. No, la parte fГЎcil habГa sido meter el chip de detonaciГіn de alta tecnologГa en la cartera del periodista y enviarlo hacia lo que el hombre tonto pensaba que era la libertad. La bomba no habrГa detonado sin el chip a su alcance.
El israelГ, esencialmente, habГa volado la embajada para ellos.
–Vamos —le dijo a Usama, quien dirigiГі el camiГіn de vuelta a la carretera. Se rodearon de vehГculos estacionados, los conductores se detuvieron justo en medio de la calle en el temor de la explosiГіn. Los peatones corrГan gritando desde el lugar de la explosiГіn mientras partes de los muros exteriores del edificio continuaban colapsando.
–No lo entiendo —refunfuñó Usama mientras intentaba recorrer las calles asfixiadas llenas de gente en pánico—. Hassan me dijo cuánto se gastó en este esfuerzo. ¿Todo para qué? ¿Para matar a un periodista y a un puñado de americanos?
–Sà —dijo Awad pensativo—. Un selecto puñado de americanos. Me llamó la atención recientemente que una delegación del Congreso de los Estados Unidos visitaba Bagdad como parte de una misión de buena voluntad.
–¿Qué clase de delegación? —Preguntó Usama.
Awad sonriГі con suficiencia; su ingenuo hermano no entendГa, o simplemente no podГa entender —razГіn por la cual Awad aГєn no habГa compartido todo el alcance de su plan con el resto de la Hermandad. —Una delegaciГіn del Congreso —repitió—. Un grupo de lГderes polГticos americanos; mГЎs especГficamente, lГderes de Nueva York.
Usama asintiГі como si entendiera, pero su ceГ±o fruncido dijo que todavГa estaba lejos de la comprensiГіn. —¿Y ese era tu plan? ВїMatarlos?
–Sà —dijo Awad—. Y para que los americanos nos conozcan. В«AdemГЎs de darme a conocer a mГВ». Ahora debemos volver al recinto y prepararnos para la siguiente parte del plan. Tenemos que darnos prisa. VendrГЎn por nosotros.
–¿Quiénes lo harán? —Preguntó Usama.
Awad sonrió mientras miraba a través del parabrisas los restos ardientes de la embajada. —Todos.
CAPГЌTULO OCHO
—Muy bien —dijo Reid—. Pregúntame lo que quieras y seré honesto. Tómate el tiempo que necesites.
Se sentГі frente a sus hijas en una cabina de la esquina de un restaurante de fondue en uno de los hoteles de lujo de Engelberg-Titlis. DespuГ©s de que Sara le dijera en la cabaГ±a que querГa saber la verdad, Reid sugiriГі que se fueran a otro lugar, lejos de la sala comГєn de la cabaГ±a de esquГ. Su propia habitaciГіn parecГa un lugar demasiado tranquilo para un tema tan intenso, asГ que las llevГі a cenar con la esperanza de proporcionar algo de ambiente casual mientras hablaban. HabГa escogido este lugar especГficamente porque cada cabina estaba separada por particiones de vidrio, dГЎndoles un poco de privacidad.
Incluso asГ, mantuvo su voz baja.
Sara miró fijamente a la mesa durante un largo rato, pensando. —No quiero hablar de lo que pasó —dijo al final.
–No tenemos por qué hacerlo —acordó Reid—. Sólo hablaremos de lo que tú quieres, y te prometo la verdad, como con tu hermana.
Sara le echó un vistazo a Maya. —¿Tú… sabes cosas?
–Algunas —admitió ella—. Lo siento, Chillona. No creà que estuvieras lista para escucharlo.
Si Sara estaba enfadada o molesta por esta noticia, no lo demostrГі. En su lugar, mordiГі su labio inferior por un momento, formando una pregunta en su cabeza, y luego preguntГі: No eres sГіlo un profesor, Вїverdad?
–No —Reid habГa asumido que aclarar lo que era y lo que hacГa serГa una de sus principales preocupaciones—.В No lo estoy haciendo. Soy… mejor dicho, era un agente de la CIA. ВїSabes lo que eso significa?
–Como… Вїun espГa?
Г‰l retrocediГі. —MГЎs o menos. HabГa algo de espionaje involucrado. Pero se trata mГЎs bien de evitar que la gente mala haga cosas peores.
–¿Qué quieres decir con «era»? —preguntó.
–Bueno, no voy a hacer eso nunca mГЎs. Lo hice por un tiempo, y luego cuando… —Se aclarГі la garganta—. Cuando mamГЎ muriГі, me detuve. Durante dos aГ±os no estuve con ellos. Luego, en febrero, me pidieron que volviera. В«Es una forma suave de decirloВ», se regaГ±Гі a sГ mismo. —¿Esa cosa en las noticias, con las Olimpiadas de Invierno y el bombardeo del foro econГіmico? Yo estaba ahГ. AyudГ© a detenerlo.
–¿Asà que eres un hombre bueno?
Reid parpadeГі sorprendido ante la pregunta. —Por supuesto que sГ. ВїCreГste que no lo era?
Esta vez Sara se encogió de hombros, sin responder a su mirada. —No lo sé —dijo en voz baja—. Escuchar todo esto, es como… como…
–Como conocer a un extraño —murmuró Maya—. Un extraño que se parece a ti. —Sara asintió con la cabeza.
Reid suspirГі. —No soy un extraГ±o —insistió—. Sigo siendo tu padre. Soy la misma persona que siempre he sido. Todo lo que sabes de mГ, todo lo que hemos hecho juntos, todo eso fue real. Todo esto… todo esto, era un trabajo. Ahora ya no lo es.
«¿Era eso la verdad?В» se preguntaba. QuerГa creer que era… que Kent Steele no era mГЎs que un alias y no una personalidad.
–Entonces —empezГі Sara—, esos dos hombres que nos persiguieron en el paseo marГtimo…
DudГі, sin estar seguro de si esto era demasiado para que ella lo escuchara. Pero habГa prometido honestidad. —Eran terroristas —le dijo—. Eran hombres que intentaban llegar a ti para hacerme daГ±o. Al igual que… —Se atrapГі a sГ mismo antes de decir nada sobre Rais o los traficantes eslovacos.
–Mira —empezГі de nuevo—, durante mucho tiempo pensГ© que era el Гєnico que podГa salir herido haciendo esto. Pero ahora veo lo equivocado que estaba. AsГ que he terminado. TodavГa trabajo para ellos, pero hago cosas administrativas. No mГЎs trabajo de campo.
–¿Asà que estamos a salvo?
El corazГіn de Reid se rompiГі de nuevo no sГіlo por la pregunta, sino por la esperanza en los ojos de su hija menor. В«La verdadВ», se recordГі a sГ mismo. —No —le dijo—. La verdad es que nadie nunca lo es realmente. Por muy maravilloso y bello que pueda ser este mundo, siempre habrГЎ gente malvada que quiera hacer daГ±o a los demГЎs. Ahora sГ© de primera mano que hay mucha gente buena que se asegura de que haya menos gente malvada cada dГa. Pero no importa lo que hagan, o lo que yo haga, no puedo garantizar que estarГЎs a salvo de todo.
No sabГa de dГіnde venГan estas palabras, pero parecГa que eran tanto para su propio beneficio como para el de sus chicas. Era una lecciГіn que necesitaba aprender. —Eso no significa que no lo intente —aГ±adió—. Nunca dejarГ© de intentar mantenerlas a salvo. AsГ como ustedes siempre deben tratar de mantenerse a salvo tambiГ©n.
–¿CГіmo? —Sara preguntГі. La mirada lejana estaba en sus ojos. Reid sabГa exactamente lo que estaba pensando: «¿cГіmo podГa ella, una niГ±a de catorce aГ±os que pesaba treinta y seis kilos empapada, evitar que algo como el incidente volviera a suceder?В»
–Bueno —dijo Reid—, aparentemente tu hermana se ha estado escabullendo a una clase de defensa personal.
Sara miró fijamente a su hermana. —¿En serio?
Maya puso los ojos en blanco. —Gracias por venderme, papá.
Sara le echó un vistazo. —Quiero aprender a disparar un arma.
–Guau —Reid levantó una mano—. Pisa el freno, pequeña. Esa es una petición bastante seria…
–¿Por qué no? —Maya se metió—. ¿No crees que somos lo suficientemente responsables?
–Por supuesto que sà —respondió rotundamente—, yo sólo…
–Dijiste que tambiГ©n deberГamos mantenernos a salvo —aГ±adiГі Sara.
–Yo dije eso, pero hay otras maneras de…
–Mi amigo Brent ha ido de caza con su padre desde que tenГa doce aГ±os. —Maya intervino—.В Sabe cГіmo disparar un arma. ВїPor quГ© nosotras no?
–Porque eso es diferente —dijo Reid con fuerza—. Y nada de hacer alianzas. Es injusto. —Hasta entonces, habГa pensado que esto iba bastante bien, pero ahora estaban usando sus propias palabras contra Г©l. SeГ±alГі a Sara— ВїQuieres aprender a disparar? Puedes hacerlo. Pero sГіlo conmigo. Y primero, quiero que te pongas al dГa con la escuela y quiero informes positivos de la Dra. Branson. Y de ti. —SeГ±alГі a Maya—. No mГЎs clases secretas de autodefensa, Вїde acuerdo? No sГ© quГ© te estГЎ enseГ±ando ese tipo. Si quieres aprender a pelear, a defenderte, me dices.
–¿En serio? ВїMe enseГ±arГЎs? —Maya parecГa optimista ante la perspectiva.
–SГ, lo harГ© —Él tomГі su menГє y lo abrió—.В Si tienen mГЎs preguntas, las contestarГ©. Pero creo que eso es suficiente para una noche, ВїsГ?
Se consideraba afortunado de que Sara no le hubiera preguntado nada que no pudiera responder. No querГa tener que explicar el supresor de la memoria, que podrГa complicar las cosas y reforzar su duda sobre quiГ©n era, pero tampoco querГa tener que responder que no sabГa algo. SospecharГan inmediatamente que se lo estaba ocultando.
В«Eso lo confirmaВ», pensГі. TenГa que hacerlo, y pronto. No mГЎs esperas ni excusas.
–Oigan —dijo en su menú—, ¿qué les parece si vamos a Zúrich mañana? Es una ciudad hermosa. Toneladas de historia, compras y cultura.
–Claro —Maya estuvo de acuerdo. Pero Sara no dijo nada. Cuando Reid miró su menú de nuevo, su cara estaba arrugada en un ceño pensativo—. ¿Sara? —preguntó él.
Ella lo mirГі. —¿MamГЎ lo sabГa?
La pregunta habГa sido una bola curva una vez cuando Maya habГa preguntado, apenas hace un mes, y lo tomГі por sorpresa al escucharla de nuevo de Sara.
NegГі con la cabeza. —No. No lo sabГa.
–¿No es eso… —Dudó, pero luego tomó un respiro y preguntó—: ¿No es eso algo asà como mentir?
Reid doblГі su menГє y lo dejГі sobre la mesa. De repente ya no tenГa mucha hambre. —SГ, cariГ±o. Es exactamente como mentir.
*
A la maГ±ana siguiente, Reid y las chicas tomaron el tren al norte de Engelberg a ZГєrich. No hablaron mГЎs sobre su pasado, o sobre el incidente; si Sara tenГa mГЎs preguntas, las retuvo, al menos por ahora.
En cambio, disfrutaron de las vistas panorГЎmicas de los Alpes suizos en el viaje de dos horas en tren, tomando fotos a travГ©s de la ventana. Pasaron la Гєltima maГ±ana disfrutando de la impresionante arquitectura medieval de la Ciudad Vieja y caminaron por las orillas del rГo Limmat. A pesar de no pretender disfrutar de la historia tanto como Г©l, ambas chicas se quedaron atГіnitas por la belleza de la catedral de GrossmГјnster del siglo XII (aunque se quejaron cuando Reid empezГі a darles lecciones sobre Huldrych Zwingli y sus reformas religiosas del siglo XVI que tuvieron lugar allГ).
Aunque Reid se lo pasaba muy bien con sus hijas, su sonrisa era al menos parcialmente forzada. Estaba ansioso por lo que se avecinaba.
–¿QuГ© sigue? —Maya preguntГі despuГ©s de un almuerzo en un pequeГ±o cafГ© con vistas al rГo.
–¿Sabes lo que serГa realmente genial despuГ©s de una comida como esa? —Reid dijo—.В Una pelГcula.
–Una pelГcula —repetГa su hija mayor sin rodeos—. SГ, definitivamente deberГamos haber venido hasta Suiza para hacer algo que podamos hacer en casa.
Reid sonriГі. —No cualquier pelГcula. El Museo Nacional Suizo no estГЎ lejos, y estГЎn mostrando un documental sobre la historia de ZГєrich desde la Edad Media hasta el presente. ВїNo suena genial?
–No —dijo Maya.
–No realmente —Sara estuvo de acuerdo.
–Huh. Bueno, yo soy el padre, y digo que vayamos a verlo. Entonces podemos hacer lo que ustedes dos quieran hacer y no me quejaré. Lo prometo.
Maya suspiró. —Lo justo es justo. Lidera el camino.
En menos de diez minutos llegaron al Museo Nacional Suizo, el cual realmente estaba exhibiendo un documental sobre la historia de ZГєrich. Y Reid estaba realmente interesado en verlo. Y aunque comprГі tres entradas, sГіlo tenГa la intenciГіn de usar dos de ellos.
–Sara, ¿necesitas usar el baño antes de que entremos? —él preguntó.
–Buena idea —Ella se metió en el baño. Maya empezó a seguirla, pero Reid la agarró rápidamente por el brazo.
–Espera. Maya… tengo que irme.
Ella le parpadeó. —¿Qué?
–Hay algo que tengo que hacer —dijo rápidamente—. Tengo una cita. —Maya levantó una ceja con recelo—. ¿Haciendo qué?
–No tiene nada que ver con la CIA. Al menos, no directamente.
Ella se burló. —No puedo creerlo.
–Maya, por favor —le suplicó—. Esto es importante para mГ. Te lo prometo, te lo juro, no es trabajo de campo ni nada peligroso. SГіlo tengo que hablar con alguien. En privado.
Las fosas nasales de su hija se abrieron. No le gustó ni un poquito, y peor aún, no le creyó de verdad. —¿Qué le digo a Sara?
Reid ya habГa pensado en eso. —Dile que hubo un problema con mi tarjeta de crГ©dito. Alguien en casa tratando de usarla, y que tengo que aclararlo para no tener que dejar la cabaГ±a de esquГ. Dile que estoy afuera, haciendo llamadas telefГіnicas.
–Oh, está bien —dijo Maya burlonamente—. Quieres que le mienta.
–Maya… —Reid se quejГі. Sara saldrГa del baГ±o en cualquier momento—. Te prometo que te lo contarГ© todo despuГ©s, pero no tengo tiempo ahora. Por favor, entra ahГ, siГ©ntate y mira la pelГcula con ella. VolverГ© antes de que termine.
–Bien —aceptó a regañadientes—. Pero quiero una explicación completa cuando vuelvas.
–Tendrás una —prometió—. Y no dejes ese teatro. —Le besó la frente y se fue corriendo antes de que Sara saliera del baño.
Se sintiГі horrible, una vez mГЎs mintiГ©ndole a sus chicas, o al menos ocultГЎndoles la verdad, como Sara habГa seГ±alado astutamente la noche anterior, era mГЎs o menos lo mismo que mentir.
«¿Es asГ como siempre serГЎ?В» se preguntГі mientras salГa apresuradamente del museo. «¿HabrГЎ algГєn momento en que la honestidad sea realmente la mejor polГtica?В»
No sГіlo le habГa mentido a Sara. TambiГ©n le habГa mentido a Maya. No tenГa ninguna cita. SabГa dГіnde estaba la consulta del Dr. Guyer (convenientemente cerca del Museo Nacional Suizo, que Reid habГa considerado en su plan) y sabГa por una llamada anГіnima que el doctor estarГa hoy, pero no se atreviГі a dejar su nombre o a pedir una cita formal. No sabГa en absoluto quiГ©n era este Guyer, aparte del hombre que habГa implantado el supresor de memoria en la cabeza de Kent Steele dos aГ±os antes. Reidigger habГa confiado en el doctor, pero eso no significaba que Guyer no tuviera algГєn tipo de vГnculo con la agencia. O peor, podrГan estar vigilГЎndolo.
«¿Y si sabГan lo del doctor?В» Se preocupГі. «¿Y si lo han estado vigilando todo este tiempo?В»
Era demasiado tarde para preocuparse por eso ahora. Su plan era simplemente ir allГ, conocer al hombre, y averiguar quГ© podГa hacer, si acaso, con la pГ©rdida de memoria de Reid. В«ConsidГ©relo una consultaВ», bromeГі para sГ mismo mientras caminaba a paso ligero por la LГ¶wenstrasse, paralela al rГo Limmat y hacia la direcciГіn que habГa encontrado en Internet. TenГa unas dos horas antes de que el documental del museo terminara. Suficiente tiempo, o eso supuso.
El consultorio de neurocirugГa del Dr. Guyer estaba ubicado en un amplio edificio profesional de cuatro pisos, justo al lado de un bulevar principal y al otro lado de un patio de una catedral. La estructura era de arquitectura medieval, muy lejos de los edificios mГ©dicos americanos a los que estaba acostumbrado; era mГЎs bonito que la mayorГa de los hoteles en los que se habГa alojado Reid.
SubiГі las escaleras hasta el tercer piso y encontrГі una puerta de roble con una aldaba de bronce y el nombre GUYER inscrito en una placa de latГіn. Se detuvo un momento, sin estar seguro de lo que encontrarГa en el otro lado. Ni siquiera estaba seguro de lo comГєn que era que los neurocirujanos tuvieran consultas privadas en edificios de lujo en la Ciudad Vieja de ZГєrich, pero tampoco recordaba haber necesitado visitar una antes.
IntentГі con la puerta; estaba abierta.
El gusto y la riqueza del mГ©dico suizo fueron inmediatamente evidentes. Las pinturas en las paredes eran en su mayorГa impresionistas, coloridas composiciones abiertas en marcos ornamentados que parecГan costar tanto como algunos coches. El van Gogh era definitivamente una impresiГіn, pero si no se equivocaba, la escultura delgada de la esquina parecГa ser un Giacometti original.
В«Ni siquiera lo sabrГa si no fuera por KateВ», pensГі, reforzando su razГіn de estar aquГ mientras cruzaba la pequeГ±a habitaciГіn hacia un escritorio en el lado opuesto.
Hubo dos cosas que le llamaron la atenciГіn inmediatamente al otro lado del ГЎrea de recepciГіn. La primera fue el escritorio mismo, tallado en un solo trozo de palisandro de forma irregular con patrones oscuros y arremolinados en el grano. В«CocoboloВ», se dio cuenta. В«Ese es fГЎcilmente un escritorio de seis mil dГіlaresВ».
Se negГі a dejarse impresionar por el arte o el escritorio, pero la mujer que estaba detrГЎs era otra cosa. Ella mirГі a Reid de manera uniforme con una ceja perfecta arqueada y una sonrisa en sus labios. Su pelo rubio enmarcaba los contornos de un rostro exquisitamente formado y la piel de porcelana. Sus ojos parecГan demasiado azules y cristalinos para ser reales.
–Buenas tardes —dijo en inglés con un ligero acento suizo-alemán—. Por favor, tome asiento, Agente Cero.
CAPГЌTULO NUEVE
El instinto de lucha o huida de Reid surgiГі inmediatamente despuГ©s de las palabras de la recepcionista. Y como estaba claro para Г©l que no iba a pelear con esta mujer, mГЎs claro aГєn, decidiГі huir. Pero a mitad de camino de vuelta a la puerta escuchГі un fuerte chasquido.
La manija de la puerta sonГі, pero no se moviГі.
Se girГі y vio la mano de la mujer bajo su costoso escritorio. В«Debe haber un botГіn. Un mecanismo de cierre remotoВ».
В«Esto es una trampaВ».
–Déjame salir —advirtió—. No sabes de lo que soy capaz.
–Lo sГ© —respondiГі ella—. Y le aseguro que no corre ningГєn peligro. ВїQuiere un poco de tГ©? —Su tono era pacificador, como si se tratara de un esquizofrГ©nico que se habГa saltado sus medicinas.
Las palabras casi le fallan. —¿Té? No, no quiero té. Quiero irme. —Golpeó su hombro contra la pesada puerta, pero no se movió.
–Eso no funcionará —dijo la mujer—. Por favor, no te hagas daño.
Se volviГі hacia ella. Se habГa levantado de su escritorio y habГa extendido las manos de forma no amenazadora. В«Pero ella te encerrГі aquГВ», se recordГі a sГ mismo. В«AsГ que tal vez luches contra esta mujerВ».
–Me llamo Alina Guyer —dijo—. ¿Me recuerdas?
«¿Guyer? Pero la carta de Reidigger decГa que el doctor era un “él”». AdemГЎs, Reid estaba bastante seguro de que no olvidarГa una cara como esa. Era realmente hermosa.
–No —dijo—. No te recuerdo. No recuerdo haber estado aquГ y fue un error venir aquГ. Si no me dejas salir, van a pasar cosas malas…
–Dios mГo —dijo una voz masculina en voz baja—. Eres tГє.
Reid inmediatamente levantГі los puГ±os mientras se dirigГa hacia la nueva amenaza.
El doctor, presumiblemente, ya que llevaba una bata blanca, se parГі en el umbral de una puerta a la izquierda del escritorio del cocobolo. DebГa tener unos cincuenta o sesenta aГ±os, aunque sus ojos verdes eran agudos y nГtidos. Su pelo completamente blanco estaba bien recortado y rajado de forma impecable. Su corbata, Reid seГ±alГі, era Ermenegildo Zegna, aunque no estaba seguro de cГіmo lo sabГa.
Lo mГЎs importante de todo, sin embargo, es que el doctor parecГa totalmente asombrado por la presencia de Reid.
–Dr. Guyer, ¿supongo? —dijo sin aliento.
–Siempre pensГ© que podrГas volver —dijo el doctor, con una amplia sonrisa en su rostro. TenГa un acento suizo-alemГЎn similar al de su recepcionista, a quien se dirigiГі cuando dijo—: Alina, querida, cancela mis citas. No me pases llamadas. MantГ©n el seguro puesto. Estamos cerrados por hoy.
–Por supuesto —dijo Alina mientras se hundГa lentamente de vuelta a su silla, sin apartar sus ojos, parecidos a un lago, de Reid.
–¡Ven! —Guyer hizo un gesto para que Reid lo siguiera—. Por favor, ven. Te prometo que estГЎs en compaГ±Гa de amigos aquГ.
Reid dudГі. —Entiendes que podrГa ser un poco desconfiado.
Guyer asintió apreciablemente. —Entiendo que tenemos mucho que discutir. —Se dio la vuelta y desapareció por la puerta.
В«Esto se siente malВ». TenГan una cerradura de puerta remota, sin pacientes presentes, y una pequeГ±a fortuna en muebles. Pero querГa respuestas, asГ que Reid ignorГі su instinto de huir y siguiГі al doctor.
Antes de que entrara por la puerta, la recepcionista, que Reid suponГa que era la mujer de Guyer, le mirГі con una fina sonrisa y le preguntГі: ВїQuГ© hay del tГ©?
–Tal vez algo más fuerte, si tienes —murmuró Reid.
Las paredes de la oficina de Guyer contenГan un nГєmero impresionante de certificaciones y diplomas enmarcados, asГ como una serie de fotografГas de diversos viajes y logros. Pero Reid apenas les echГі un vistazo. No le importaba nada de lo que este doctor habГa hecho aparte del Гєnico procedimiento que Guyer habГa realizado en su cabeza.
El doctor abriГі un cajГіn del escritorio y sacГі un cuaderno y un bolГgrafo, y luego se sentГі pesadamente en su silla, sonriendo a Reid como si fuera la maГ±ana de Navidad.
–Por favor —dijo—. Tome asiento, Agente Cero. —Guyer suspiró—. Siempre sospechГ© que podrГas volver aquГ. SГіlo que no sabГa cuГЎndo. AsumГ que el implante eventualmente fallarГa, si sobrevivГas, Вїpero sГіlo dos aГ±os? Eso es simplemente una chapuza de artesanГa. —Se echГі a reГr como si hubiera contado un chiste—. Ahora que estГЎs aquГ, tengo mil preguntas. Pero me temo que no sГ© por dГіnde empezar.
Reid se sentГі en una silla frente al escritorio de Guyer, manteniendo la guardia alta y su periferia en la puerta detrГЎs de Г©l. EchГі un vistazo a su reloj y vio un mensaje de Maya: Sara se lo creyГі. SerГЎ mejor que estГ©s aquГ cuando la pelГcula termine.
Cierto, pensГі. No importaba lo que pasara aquГ, no podГa olvidar que tenГa un horario. —SГ© por dГіnde empezar —dijo Reid—. ВїQuГ© quieres decir con que el implante eventualmente fallarГa?
–¿Si sabes dГіnde se adquiriГі esta tecnologГa? —preguntГі el doctor.
Reid lo sabГa. Alan Reidigger lo habГa robado de la CIA; de hecho, el excГ©ntrico ingeniero tГ©cnico Bixby fue coinventor del supresor de memoria. “SГ”, respondiГі.
–Bueno, su amigo el Sr. Reidigger hizo un trato conmigo —dijo Guyer—. No sГіlo me trajo el supresor de memoria, sino tambiГ©n el esquema sobre el que se construyГі para que yo pudiera intentar copiar su tecnologГa. Sin embargo, al estudiarlo, vi la falla en su diseГ±o. Era, despuГ©s de todo, sГіlo un prototipo. CalculГ© que empezarГa a fallar despuГ©s de cinco o seis aГ±os.
–¿Empezar a fallar? —Reid repitió—. ВїAsГ que estos recuerdos habrГan vuelto a mГ eventualmente de todos modos?
–Bueno… sà —dijo el doctor en blanco—. ¿No es por eso que estás aqu� ¿Has empezado a recuperar los recuerdos que fueron suprimidos?
–No del todo. Unos terroristas iranГes me quitaron el implante de la cabeza.
La expresiГіn del Dr. Guyer se aflojГі. —Oh —dijo con empatГa—, eso es muy desafortunado. Pobre hombre… Tu mente debe ser un desastre.
–Lo es. Gracias —dijo Reid simplemente—. ВїQuГ© hay de la otra parte? Dijiste В«si sobrevivГaВ». ВїQuГ© significa eso?
Guyer mirГі su escritorio como si hubiera algo muy interesante allГ. —Creo que esa pregunta la responderГЎ mejor su colega el Sr. Reidigger.
–Él no puede responder —le dijo Reid—. Está muerto.
Guyer parecГa muy preocupado por la noticia. DoblГі sus manos reverentemente sobre el escritorio con la frente arrugada, los pliegues de su frente lo envejecieron varios aГ±os. —Siento mucho oГr eso —dijo en voz baja—. ParecГa un buen hombre. Se esforzГі mucho por ayudar a un amigo.
–Puede que sea asГ, pero Г©l no estГЎ aquà —dijo Reid simplemente—. Yo sГ estoy. Y no has respondido a mi pregunta.
El doctor asintiГі con la cabeza. —SГ. Bueno. No es una respuesta sencilla, ni una que quieras oГr…
–Pruébame.
Guyer suspirГі. —El Sr. Reidigger y usted querГan suprimir sus recuerdos para que usted pudiera vivir sus dГas con su familia, felizmente inconscientes de las dificultades que habГa enfrentado. Pero ambos pensaron que su agencia los encontrarГa eventualmente y… y los silenciarГa.
«¿QuГ©?В» Reid no podГa creer lo que estaba escuchando. Todo este tiempo habГa pensado que el propГіsito del supresor era que volviera a una vida normal, lejos de la CIA y de todo lo que la acompaГ±aba. —¿EstГЎs sugiriendo que yo sabГa, o pensaba, que me matarГan? ВїY aun asГ estuve de acuerdo con esto?
–Eso es correcto, Agente Cero.
Reid negГі con la cabeza. «¿Por quГ© iba a hacer eso? ВїPor quГ© me quitarГa algo que me hubiera dado una oportunidad de luchar?В» Se sentГa como si se hubiera condenado a sГ mismo a una especie de hospicio de la memoria. Nunca imaginГі que lo pensarГa, pero la intrusiГіn de los iranГes en su casa esa noche de febrero fue repentinamente bienvenida. Sin ella, nunca habrГa recordado su sГіrdido pasado, o la verdad sobre la muerte de su esposa, o nada sobre la conspiraciГіn…
Entonces se dio cuenta. Por eso lo hizo, para que el tiempo que le quedaba no se viviera en pesados secretos y mentiras. Todo lo que sabГa, todo lo que habГa compartido con sus chicas y todo lo que aГєn les ocultaba, se sentГa como si le estuviera carcomiendo lentamente. Si hubiera creГdo realmente que la agencia acabarГa con Г©l de todos modos, el supresor le habrГa permitido vivir sin el peso de su pasado sobre sus hombros.
–No puedo hablar por sus motivaciones personales, Agente Cero —dijo Guyer—. Pero usted estuvo de acuerdo con todo esto. Lo tengo en video. —Hizo una pausa por un momento antes de preguntar—: ВїLe gustarГa verlo?
Reid dudó. —Sà —dijo eventualmente—. Creo que lo haré.
El Dr. Guyer se levantГі de su silla, pero mientras lo hacГa, un nuevo recuerdo pasГі por la mente de Reid.
В«Estabas sentado en esta misma oficina. En la misma sillaВ».
В«A su lado hay un rostro amigable con una sonrisa juvenil, el pelo oscuro bien separado. Alan ReidiggerВ».
В«Guyer se sienta detrГЎs del escritorio con una cГЎmara de videoВ».
В«Reidigger asiente con la cabeza una vez para tranquilizarteВ».
«—Me llamo Kent Steele —comienzas—. Este video es para confirmar que consiento en un procedimiento neuroquirúrgico experimental que será realizado por el Dr. Edgar Guyer…»
Reid moviГі la cabeza. —OlvГdalo —le dijo a Guyer—. No hay necesidad del video.
El doctor, aún de pie detrás de su escritorio, miró a Reid con los ojos abiertos y atentos. —Acaba de suceder, ¿no? ¿Un recuerdo regresó a usted?
–SГ.
–IncreГble —Guyer respiró—. Dime, ВїcuГЎl fue el detonante?
–Um… una combinación de cosas, supongo —dijo Reid—. La palabra «video». Estar aquà en esta oficina, viéndote.
–Dime, ВїquГ© otros desencadenantes has experimentado? —Guyer se hundiГі de nuevo en su asiento y tomГі su bolГgrafo.
–Normalmente son cosas que oigo —explicó Reid—. Pero eso no siempre es suficiente por sà solo. Es una mezcla de cosas: estar en un lugar particular, escuchar algo, a veces incluso un olor…
Guyer garabateГі furioso en el cuaderno mientras decГa: ВїAsГ que ninguna recepciГіn sensorial estГЎ recuperando los recuerdos? El estГmulo visual o auditivo por sГ solo no es suficiente… fascinante. ВїPuedes darme un ejemplo?
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